4 de mayo de 2010

Cuando te tenga

Ya te lo he comentado en varias ocasiones, y por eso este blog lleva ese nombre: en ocasiones pienso en ti, y en lo que haríamos en un posible reencuentro. Aquí tienes una de mis últimas fantasías al respecto.
Ver/ocultar resto de la entrada

Ya te lo he comentado en varias ocasiones, y por eso este blog lleva ese nombre: en ocasiones pienso en ti, y en lo que haríamos en un posible reencuentro. Es algo recurrente en mí, y ya lo he comentado aquí alguna vez; igual que ya he comentado que a ti también te pasa, que sé que tú también en ocasiones fantaseas con reencontrarnos y pasar unas horas, o incluso unos días, de “orgía y perversión”.

Sí, este blog está dedicado a ti, y no porque seas su única protagonista: aquí cuento también experiencias y fantasías con otras, ya lo has visto. Pero tú eres recurrente. Tú eres mi fantasía por antonomasia. Tú fuiste algo muy especial. Fuimos algo muy especial. Y para nosotros el sexo era algo también muy especial. Quizás por eso, además de otras razones también, seguimos pensando el uno en el otro, fantaseando el uno con el otro… y, hasta en ocasiones, consiguiendo reencontrarnos brevemente para hacer realidad por un breve espacio de tiempo todas esas fantasías, alimentando así nuevos anhelos futuros. Sí, fuimos, somos y seremos algo muy especial, aunque vivamos vidas separadas.

Ya hace tiempo de nuestro último encuentro. Demasiado tiempo. A veces pienso con pesar si habrá sido el último. No pierdo la esperanza, pero lo cierto es que las circunstancias hacen cada vez más difícil que podamos repetirlo. Aún así, sigo esperándolo, y en ocasiones cualquier pequeña oportunidad vislumbrada en el horizonte me hace ilusionarme y empezar a pensar en ti con más intensidad, con más frecuencia, y las fantasías comienzan a dispararse. Lamentablemente, todavía ninguna de esas oportunidades ha llegado a concretarse, y por eso ni te las he comentado: para qué proponerte algo que a menudo no tiene ningún fundamento real más allá de mis locos deseos que convierten cualquier minúscula esperanza lejana en una oportunidad potencial. Pero en fin, el caso es que esas “oportunidades fantasma” me dan la ocasión de volver a fantasear contigo con más fuerza. Cuando esto ocurre, paso días, o más bien semanas, pensando en ti una y otra vez, fantaseando contigo… y hasta en ocasiones masturbándome pensando en ti. Sí, hay quien piensa que si tienes una vida sexual activa, y yo la tengo, la masturbación no tiene sentido… pues qué quieres que te diga, yo creo que en ocasiones lo tiene, especialmente si es la única forma de estar contigo, aunque sólo sea en sueños.

Ya te he hablado de estas fantasías: hace algunos años, de forma previa a uno de nuestros últimos reencuentros (¿o fue el último?) te hice llegar el relato de una de ellas. Recientemente volví a tenerlas, y también te lo conté. Pero espero que no te importe que las repita aquí, para disfrute de nuestros lectores. Sí, digo nuestros, porque, al fin y al cabo, tú también eres protagonista de este blog; en ocasiones de forma directa, en las historias que te atañen, y siempre como inspiración. Recuerda, no tienes más que leer el título...

El marco general de mis fantasías contigo es siempre más o menos el mismo: nos hacemos una "escapada" de un par de días dedicados básicamente a follar, a disfrutar con nuestras bocas y nuestros cuerpos, y habitualmente imagino que transcurre en tu casa. Las variaciones vienen en lo que hacemos.

Hombre, la verdad es que el sexo tampoco es que tenga tantas variaciones: una postura u otra, te lo chupo, me la chupas, te la meto... al fin y al cabo son siempre variaciones sobre el mismo tema; no quiero decir que sea monótono, como puede parecer dicho así, pero me refiero a que volverte a contar fantasías donde simplemente hacemos variaciones de “cosas normales” tampoco sería nada especial. Pero en ocasiones tengo fantasías más imaginativas y morbosas, y últimamente, no sé por qué, iban más en esta dirección…

Por ejemplo, a veces me gustaría afeitarte el coño, o a veces me imagino que te he pedido que llegues tú a la cita con el coño afeitado (en mi imaginación siempre haces lo que te pido; es una de las pocas ventajas de las fantasías sobre la realidad ;-) Las dos opciones tienen su puntito: afeitarte yo el coño tendría morbo, formaría parte de una larga sesión de jugueteo, y aprovecharía la operación de afeitado para ponerte cachonda al mismo tiempo, jugando con la espuma de afeitar y combinando pasadas muy lentas de la maquinilla con mucho jugueteo manual en tus labios y tu clítoris, para empaparte y ponerte a cien. Y por otro lado, que llegases a la cita con el coño ya afeitado también tendría su morbo, tanto por la "sorpresa" que supone encontrarlo ya pelado (aunque supiera que estaba así, no deja de ser impactante) como por el cierto morbo que también me da a veces ese jugueteo de "yo mando, tú obedeces", ese pequeño sometimiento que supondría que te plegaras a mi petición (que ya sabes que no es que yo sea especialmente autoritario en el sexo, y de hecho también me gusta el jugueteo de someterme yo, pero a veces me gusta ir de "mandón"). Pero puestos a elegir, creo que preferiría pelártelo yo, tanto por el juego que podría dar el propio afeitado, como por poder contemplar tu cuerpo desnudo antes y después: si llegases con él pelado, me perdería verte con el coño peludo; claro que siempre podrías haberte hecho una foto antes y enseñármela, para ver el “antes” y el “después”, que también tendría su morbo; como ves, imaginación no me falta :-)

¿Por qué esta fantasía del coño depilado? Bueno, no es que me gusten especialmente los coños pelados, pero tienen su morbo. Estéticamente, aunque verlo pelado de vez en cuando tiene su puntito, me gustan más peludos. De forma general, me gustan los coños al natural; pero en el sexo, lo que me gusta sobre todo es la variación y la novedad. Y ver pelado un coño que estás acostumbrado a ver todo peludito, es algo que, hecho de vez en cuando, me pone a cien.

Y además hay otra ventaja que debo reconocer aunque me gusten los coños al natural: los coños pelados son una maravilla para chuparlos. Es una gozada lamerlo todo sintiéndolo tan suave, restregar toda la cara por el coño, extender los jugos por todo el exterior, dejarlo todo mojado y resbaladizo... es difícil de explicar, pero no tiene nada que ver chupar un coño peludo con chupar uno afeitado, hay mucha más piel para chupar, es estupendo. Y a vosotras os gusta también mucho más que os lo coman así, supongo que porque de esta forma no sólo me como los labios y el clítoris, sino todo el exterior. No sé si lo habrás probado, es curioso que mientras estuvimos juntos nunca pensásemos en la depilación. Pero afeitarse el coño de vez en cuando es una gozada para ambos.

También con las manos es agradable tocar un coño peladito y bien mojado. Tan suave, tan húmedo, acariciarlo en su totalidad, por dentro y por fuera... es muy agradable para ambos también. En resumen, que aunque para mi es más bonito con pelos, pelarlo de vez en cuando es una gozada también. Así que en ocasiones en mis fantasías acabas totalmente peladita y chorreando...

Por cierto, que yo sólo me pelé una vez, y también tuvo su gracia: gané un montón de sensibilidad en los huevos, simplemente que me los rozaran con los dedos era una gozada. No me importaría repetirlo como parte de un jugueteo sexual (claro que a ver cómo lo justificaría en casa…)

¿Más fantasías "especiales"? Pues sí, las hay, las hay...

En una de ellas, aunque sea relativamente normalita, antes de nuestra cita nos equipamos con juguetes variados. Básicamente, lubricantes “Control”, de esos de sensaciones frío y calor, y algún consolador. Así tenemos para juguetear más, con más variaciones, durante las largas sesiones de cama que vamos a tener por delante.

¿Que si me gustan esas cosas? Depende... Me pasa más o menos como con el coño depilado: de forma habitual, no, pero de vez en cuando tienen su gracia. Los lubricantes tienen sus partes buenas, como las sensaciones extrañas de frío y calor que provocan, o el hecho de que permitan unos deslizamientos exageradamente "resbaladizos" que tienen su morbo (me refiero tanto a la penetración propiamente dicha, como a jugueteos de roces por el exterior); en contra tienen que, aunque sean comestibles y dulzones de sabor, prefiero mil veces el sabor natural, así que me fastidia chupar después de haber usado un lubricante y no sentir el aroma y el sabor del coño (¡es que me encanta comerlo!). Además, al final quedas todo pringoso... Pero bueno, para dar variedad en una sucesión de polvos como la que tendríamos en mi fantasía, no estaría mal. Lo mismo pasa con el consolador: aparte del morbo que me da metértelo (y supongo que a ti también), estaría el jugueteo de ponerte a cien usando la vibración en tus labios y en el clítoris; y, por supuesto, metértelo mientras me la chupas o metértelo mientras te lo chupo… y siempre podríamos probar una doble penetración, con mucho lubricante ;-)

Y esto me lleva a otra fantasía, que ya te estarás imaginando: metértela por el culo.
Sí, ya sé que lo hemos hecho varias veces, y también sé que, aunque a los dos nos da morbo, tampoco es que nos dé más placer que los polvos normales. De hecho, lo que más nos gusta de la enculada creo que es eso, el morbo de lo diferente y de lo “pervertido”. Aunque reconozco que yo no puedo evitar recordar, cada vez que pienso en darte por culo, aquella primera vez que lo hicimos y que acabaste totalmente enviciada mientras yo te enculaba con todas mis fuerzas, aquella vez que exclamaste a gritos "¡métemela joder!", cuando se me salió en una de las embestidas. Sí, esa vez que ya he relatado en este blog, y que permanece como uno de los recuerdos imborrables de mi vida sexual. Te he follado el culo en más ocasiones, sí, pero aquélla… oh, aquélla… se ha convertido en una especie de leyenda, y da igual que hayamos tenido muchas otras experiencias anales después: pensar en darte por culo es recordar tu imagen a cuatro patas gimiendo y gritando sobre los sillones del salón de tu casa mientras yo te embestía de pie sacándola y metiéndola hasta el fondo.

Así que sí, en mis fantasías contigo no suele faltar una buena enculada. Pero esta última fantasía que he tenido contigo no se limita a esto: ahora se trata de una versión más "guarra" y con una pequeña componente de dominación; no sé si en la realidad estarías dispuesta a hacerlo, aunque creo que si aceptaras al final disfrutarías de puro morbo, a pesar de la pequeña componente masoquista (aunque en absoluto dolorosa) que conlleva. Al grano: se trataría de "prepararte el culo" a base de bien para la posterior penetración; básicamente con una limpieza perfecta, y de forma opcional con un dilatador para favorecer luego la penetración.

Me explico: se trataría de dejarte el recto totalmente limpio, con una lavativa. Ya sé que suena asqueroso, pero creo que hasta podríamos convertirlo en un proceso morboso. Nunca nos ha hecho falta, y la verdad es que es algo en lo que ni se nos ha ocurrido nunca pensar en el fragor de la excitación, pero lo cierto es que, pensándolo bien, siempre me ha sorprendido que tuvieras un culo tan limpio. Pero esta vez quiero ir más allá, y no podemos confiar en la suerte: hay que dejar tu interior vacío, impoluto, perfecto. Para ello, te inyectarías agua templada ligeramente jabonosa (con muy poquito jabón neutro, nada agresivo) con un enema, y te forzarías a retenerlo dentro diez minutos (ésta es la parte más jodida, aunque tiene su puntillo morboso). Luego lo expulsarías, y repetirías la operación. En esta parte mi fantasía varía: en unas ocasiones, esto lo haces tú sola, por tu cuenta, generalmente antes de encontrarnos, para llegar ya con el culo bien vacío y limpito; y en otras ocasiones imagino que soy yo quien te pone el enema y quien te "fuerza" a aguantar antes de dejarte ir al baño para echarlo (todo esto completamente desnuda, claro). No sé qué me pone más, y en ambos casos aparece esa pequeña componente sadomaso en la que tú aparecerías sometida a mi, preparando tu cuerpo para mi; en la versión en la que te lo hago yo, esta componente de sometimiento se acentuaría aún más, te sentirías tremendamente vulnerable, desnuda y expuesta mientras te someto a la limpieza; y sé que, en el fondo, te gustaría. Además, la versión de ponértelo yo podría dar bastante juego: primero nos habríamos puesto ya cachondos, y el momento de meterte el enema podría ser también un jugueteo: juguetearía con él en tu ano, intentando excitarte, jugando con el enema como si fuera un pequeño consolador, retrasando el momento de inyectarte el agua. A lo mejor hasta podría estar follándote a cuatro patas por el coño mientras te meto el enema en el culo, incluso podría estar follándote cuando te inyecto el agua, como si fuera una megacorrida en tu culo... Luego quizás podríamos seguir jugueteando durante la espera, follando, chupándote el coño... mientras tú aguantas la lavativa dentro como puedes. Sí, un poquito sadomaso, pero mola...

Esto lo repetiríamos dos o tres veces, hasta dejarte absolutamente limpia por dentro. Luego te lavarías bien el ano por fuera (o lo haría yo, en la segunda versión), y estarías casi lista. Para empezar, esto me permitiría hacer algo que no te he hecho nunca, y a lo que no me atrevería de otra forma: lamerte bien el ano y meterte la lengua dentro, alternándolo con una comida de coño. A mi me daría mucho morbo poder comerte bien el culo, lamerte el ano a base de bien, hundir mi lengua dentro de tu culo hasta donde pudiera… y supongo que tú lo disfrutarías. Tras bastante chupeteo de coño y de culo, engrasaría bien mi glande y tu ano con lubricante y te la iría metiendo muy poquito a poco, con muchísima paciencia, disfrutando el momento, haciéndote sentir cómo se desliza en tu interior centímetro a centímetro, y dejando a tu esfínter acomodarse poco a poco a su grosor para que la disfrutes sin ni una pizca de dolor. Quizás podríamos combinarlo a ratos con el consolador metido en tu coño...

Y en una última variante, usaríamos un dilatador, un "tapón" para el culo comprado en un sex-shop. Supongo que lo conoces, es algo así como un mini-capullo (pequeñito, fácil de meter en el culo) con una base muy ancha, como una arandela grande que hace de tope. Es para llevarlo puesto un tiempo y que el ano se acostumbre a estar algo dilatado, para que luego sea más fácil meter la polla. Pues bien, en esta versión haríamos todo lo anterior, limpieza y chupeteo de culo incluido, pero terminaríamos con una follada "normal" por el coño. Sólo que antes te habría puesto el tapón en el culo y no te lo quitarías al terminar. Nos lavaríamos, nos vestiríamos y nos iríamos a cenar, tú con el tapón puesto. Esto nos daría para una cena tremendamente morbosa, tú sintiendo constantemente esa cosa en tu interior, y yo sabiendo que lo llevas puesto. Cuando volviéramos a casa, tendrías el culo perfectamente listo para disfrutar a tope de toda mi polla...

En fin, como ves mis fantasías no se limitan a “te chupo, me chupas, te follo”. Por supuesto, no todo son cosas exóticas: también me gustaría follarte de forma más “convencional” pero en determinadas posturas concretas. Por ejemplo, me encanta que me folles tú, conmigo tumbado y tú sentada encima, mientras contemplo tu cuerpo y te sujeto las tetas, esas tetas que tanto me gustan... También me gustaría follarte sobre una mesa, tú tumbada en ella con el culo en el borde y yo de pie en el suelo, contemplándote y sobándote a placer mientras te follo... Y en cuanto a dar por culo, como complemento a todo lo anterior, también me gustaría, una vez que tuvieras ya el culo bien dilatado y acostumbrado a mi polla, que te sentaras tú sobre ella, metiéndotela en el culo en posición sentada, conmigo tumbado... En fin, que con tanto pensar en todo esto se me está poniendo gorda y todo...

Y eso es más o menos lo que imagino cuando pienso en ti, o mejor dicho, cuando pienso en follar contigo. Fantasías que lamentablemente parece cada vez más difícil que lleguen a hacerse realidad (aunque sería genial), pero en fin... De momento, tendremos que conformarnos con estas fantasías. Besitos, en todos tus labios humedecidos.

22 de enero de 2010

Sin bragas y a lo loco

La excitación y el morbo a veces necesitan muy poco para empezar a crecer de forma imparable. En el caso que os voy a contar, bastaron tres palabras: “No llevo bragas”. El resto ya vino solo…
Ver/ocultar resto de la entrada

Hasta ese momento, todo había sido normal. Habíamos salido a tomar algo y dar una vuelta, y aunque daba por hecho que la noche terminaría en la cama, me pilló totalmente por sorpresa lo que me soltaste de sopetón al salir del bar: "No llevo bragas".

Me lo dijiste así, en voz baja y de repente, mientras se dibujaba una sonrisa traviesa en tu cara. Llevabas minifalda, hacía horas que estábamos juntos por la calle... ¡y yo sin enterarme de que ibas sin bragas!

Me imagino que debí poner cara de gilipollas estupefacto mientras la polla empezaba a saltarme bajo el pantalón sólo del morbo que me daba la idea de que fueras con el coño al aire debajo de esa breve minifalda. "No jodas... ¿Desde cuándo? ¿Has ido así todo el tiempo?" "Sí, llevo todo el día sin bragas, preparada para ti. Lo tengo mojado". Desde luego, las mujeres sabéis derretirnos cuando queréis... la polla ya no sabía dónde meterla...

Da igual que desde el principio no fuera ninguna sorpresa que cuando volviéramos a casa íbamos a echar un polvo. Da igual que no se tratase de un ligue inesperado y que el sexo entre nosotros fuese algo habitual. Da igual que, analizado con frialdad, el polvo que íbamos a echar pudiera considerarse casi rutinario en nuestra relación. Todo eso da igual cuando te pillan por sorpresa, cuando te encuentras con algo inesperado, y cuando de repente el morbo se convierte en el dueño de la situación. Ella estaba ahí, a un palmo de mí, en medio de la calle, provocándome, y de repente me moría de ganas de levantarle esa falda y de hundir mi cara en la caliente humedad de su coño. Joder, qué simples somos a veces... Y qué bueno que lo seamos...

"Me la has puesto tiesa. Eres una guarra" le dije, siguiéndole el juego. Ella estaba desmadrada: "Sí, una guarra que está deseando que la folles. ¿Te gustaría meterme los dedos para ver lo chorreante que estoy? Lo tengo aquí mismo, al aire". “Joder, guarra, me estás poniendo a cien, como sigas así no voy a poder ni dar un paso… Me va a reventar el pantalón”. “Hummmmm, me encantaría metérmela en la boca así, toda tiesa y dura… Cómo me gustaría comérmela…”. Yo me sentía como si todo a mi alrededor se desvaneciera poco a poco… ya prácticamente no sabía dónde estaba ni qué hacía, sólo estaba concentrado en ella, en sus palabras susurradas con tono provocativo, en la erección que me apretaba los vaqueros, y en las imágenes de coños inundados de jugos que saturaban mi mente. Estaba empezando a aislarme de todo para vivir suspendido en una fantasía anticipada. No tenía sentido seguir allí: “Vámonos a casa, que te vas a enterar”. “¿Ah, sí? ¿Y qué me vas a hacer?”. “Lo que te mereces, guarra”.

Pero ella no paraba: “¿Me lo vas a comer? Está jugosito, y le encantaría sentir tu lengua recorriéndolo”. Desde luego, parecía que no me iba a dejar llegar a casa sin que media ciudad se diera cuenta de que iba empalmado… De no haber llevado pantalones vaqueros, habría ido abriéndome paso por la calle como si enarbolara un ariete.

La cogí por la cintura, bien pegada a mí mientras caminábamos. “Quiero tocártelo”, le dije mientras bajaba la mano hacia su culo por encima de la falda. “¡Quieto!”, exclamó retirándome la mano, no sin antes haber conseguido agarrarle una de sus nalgas por encima del tejido, notándola excitantemente suelta y libre por debajo. Joder, qué ganas tenía de llegar a casa para metérsela…

Llegamos al coche, y en cuanto entramos, me abalancé sobre ella. La besé con pasión y le sobé las tetas por encima de la camisa, para enseguida bajar la mano entre sus piernas. Se había puesto medias de esas que terminan a un palmo de las ingles, y allí encontré su carne desnuda, mientras ella apretaba rápidamente las piernas para impedirme el paso más arriba a la vez que cogía mi mano para que no pudiera seguir subiendo. Mi mano quedó entre sus muslos, a apenas unos centímetros de su coño, donde ya sentía todo el calor que emanaba de su sexo. “¡Estate quieto, que nos van a ver!”. Tenía razón, estábamos aparcados en medio de la calle y, aunque no había demasiados peatones a esa hora, podíamos dar el espectáculo. “Vamos a casa, y allí me tocas todo lo que quieras”, me dijo. Asentí y arranqué deseando tener ya su cuerpo desnudo entre mis brazos sobre la cama.

Decidí no callejear y tomar una de las vías rápidas que cruzan la ciudad, no sólo para llegar antes, sino para escapar cuanto antes de las miradas de posibles peatones curiosos. “Quítate el sujetador”, le dije en cuanto no hubo peatones a la vista. “¿Pero estás loco? Me van a ver desde los otros coches”. “Cada uno va a lo suyo, nadie mira dentro del coche de al lado; no se darán cuenta, y además no te conocen”. “Eres un pervertido”, respondió, mientras comenzaba a desabrochárselo para después sacárselo por las mangas como sólo las mujeres saben hacerlo. “Abre las piernas”, le dije. Inmediatamente, metí la mano hasta su coño, para llevarme la segunda gran sorpresa de la noche: “¡Joder, te lo has pelado!”. “¿No te gusta?” “¡Me encanta, guarra! Eres una guarra…” repetí mientras mis dedos se movían ansiosos entre sus suaves labios empapados de jugos. No había mentido cuando me había dicho que estaba chorreando: sentía los dedos inmersos en una ardiente masa de suave carne empapada del más delicioso néctar que puede existir… Tenía que coger el volante con las dos manos, no podía seguir así más tiempo, así que saqué la mano de su entrepierna y me la llevé a la boca para saborearla con fruición antes de llevarla al volante de nuevo. “¡Eres un guarro!”, me dijo esta vez ella con una sonrisa. No lo puedo evitar: me encanta el sabor a coño.

El siguiente asalto fue a sus tetas. En cuanto el tráfico me lo permitió, solté de nuevo mi mano derecha del volante para meterla por su escote hasta agarrarle un pecho. “¡Estate quieto!”, exclamó, mientras mi mano le sobaba la teta con ansias, agarrándola entera, manoseándola y pellizcándole el pezón, lleno de ansias reprimidas. La saqué tras unos segundos para poder seguir conduciendo, pero cada vez necesitaba más. Estaba salidísimo.

Súbete la falda”, le dije, “quiero verte el coño”. Lo hizo y pude contemplar su pubis rasurado, brillante de los jugos que rezumaba y que yo había extendido por todo su exterior poco antes. “Joder, pero qué guarra eres”, le dije, todavía asombrado por contemplar completamente libre de vello ese coño que tan acostumbrado estaba a ver todo peludo. “Soy una guarra para ti, porque sé que te gusta”, me respondió de nuevo con voz traviesa, siguiendo el juego de provocación que ella misma había empezado. ¿Desde cuándo habría planeado todo esto? Había salido de casa ya sin bragas y con el coño pelado. ¡Y yo había estado medio día con ella por la calle completamente ignorante de esto! La verdad es que no sabría decir cómo me gustan más los coños, si con pelo o sin pelo. Me gustan de las dos formas, me encantan sean como sean. Pero en el sexo lo que realmente me excita es la sorpresa, el cambio, lo inesperado. Y encontrarme su coño pelado cuando no lo esperaba fue como un pequeño shock que elevó el morbo de la situación aún más por encima del nivel que ya había alcanzado.

Joderrrr, puta, estoy deseando metértela hasta los huevos”, exclamé a la vista de su coño reluciente de jugos, con mi polla a punto de explotar. “Hummmmm, y yo estoy deseando que lo hagas”, me respondió llevando su mano a mi polla y empezando a abrirme la bragueta. Su mano entró en mis pantalones y se abrió paso a través de mis calzoncillos para sacar mi polla al exterior y empezar a menearla con suavidad. Yo estaba que no podía más, el morbo de la situación y la tensión sexual acumulada me tenían al borde de la eyaculación prácticamente sin necesidad de tocarme.

Quiero verte las tetas. Sácatelas”, le dije mientras de nuevo mi mano derecha asaltaba su escote para agarrarle la que me quedaba más a mano. Sin esperar la reacción por su parte, intenté sin éxito sacarle la teta por encima de la camisa. “¡Para, bruto, que me vas a romper los botones!”. “¡Desabróchatela!”, grité, ansioso por verle esas preciosas tetas que siempre me habían gustado tanto, ligeramente grandes y tremendamente firmes, con unos pezones sedosos que crecían hasta convertirse en auténticos estiletes de carne. Cómo me gustaba sentir esos pezones erectos en mi boca, sobre mi lengua, chuparlos y mordisquearlos, y notar cómo su tremenda longitud llenaba mi boca rozando mi paladar… Me encantan estos pezones que se ponen tan largos al excitarlos…

Ella seguía manoseando mi capullo con suavidad, mientras con la otra mano empezó a soltarse poco a poco los botones de la camisa. “Espérate a que no haya coches cerca”, me dijo, mientras se desabrochaba pero cuidando de mantener la camisa cerrada. “Ahora, enséñamelas”, le dije en cuanto rebasé al único coche que circulaba por el carril de al lado. Ella se abrió la camisa y me mostró sus magníficas tetas, con sus pezones ya parcialmente erectos, para volver a cerrarla a los pocos segundos. “Joder, no te la cierres”. “Ya las verás tranquilamente en casa, que voy dando el espectáculo”. “¡Joder!”, grité de frustración mientras metía de nuevo la mano entre sus piernas hasta su coño, para compensar.

Para, para, que vas a hacer que me corra”, dijo al notar que mis dedos se movían sin parar en su sexo lleno de jugos. Me retiró la mano mientras decía “Ahora me toca a mí”. Entonces empezó a inclinarse hacia mí, en lo que yo viví como un movimiento a cámara lenta, anticipando lo que iba a suceder… Efectivamente, bajó hasta meterse mi polla en su boca, y empezó a chuparla, a lamerla, a beber mis propios jugos que ya rezumaban por la excitación. “Joder tía, que voy conduciendo”, exclamé intentando mantener la atención en la carretera. “Tú a lo tuyo, déjame a mí”, respondió con la boca llena. Aquello no podía continuar, como no llegásemos pronto a casa yo iba a estallar. Afortunadamente, se retiró al poco tiempo. “Tía, me tienes a cien… como sigas así me voy a correr…”. “Me encanta verte así”, dijo ella con una sonrisa.

Estábamos llegando a nuestro barrio, y dejé la circunvalación para volver a callejear de nuevo. Ella volvió a abrocharse la camisa pese a mis protestas: “No me apetece que me vean los vecinos con las tetas al aire”, respondió con razón. “Vale, pero la falda te la dejas subida, quiero verte el coño. A esa altura no te ve nadie.” Accedió, mientras volvía a coger disimuladamente mi polla, que seguía asomando por mi bragueta. Yo echaba la mano a su coño también de vez en cuando, cada vez que me lo permitían los giros que tenía que ir dando para torcer en las esquinas, camino de su casa.

Mientras buscaba dónde aparcar, ella se bajó la falda y yo me guardé la polla como pude dentro del pantalón; ahora sí podía vernos cualquier persona que pasase por la acera, y tan cerca de casa podría ser incluso algún conocido; la situación podría ser un poco ridícula. Aparqué y bajamos del coche. Me acerqué a ella y la besé con pasión mientras volvía a cogerla por la cintura. Ella me devolvió el beso con las mismas ganas y empezamos a caminar hacia el portal, mientras mi mano bajaba una y otra vez hasta su culo, y ella cada vez me la cogía para obligarla a subir de nuevo hasta sus caderas.

Entramos al portal y, mientras esperábamos al ascensor, me puse a magrearla de nuevo sin ningún pudor: una mano se metía hasta su culo por debajo de su falda mientras la otra se metía entre los botones de su camisa para llegar a su teta. “¡Quieto! ¡Espérate un poco! ¿Y si baja alguien en el ascensor?”. Yo seguí sin hacer caso hasta que el ascensor llegó, momento en el que me retiré rápidamente y ambos intentamos recomponernos en cuestión de segundos por si descendía alguien del interior. Estaba vacío, y, como os podéis imaginar, en cuanto entramos dentro volví a la carga, esta vez con furia renovada: me bajé la cremallera, saqué mi polla y le asalté el culo por debajo de la falda en busca de la entrada a su coño desde atrás, mientras la aplastaba contra la pared del ascensor. Ella pedía entre gemidos ahogados que parara, que ya valía, que esperase un minuto hasta llegar a casa…

No llegué a metérsela, no conseguí más que frotarla a la entrada de su coño y contra la raja de su culo, cuando el ascensor se paró y ella se quedó con la falda levantada, con el culo y el coño al aire, y yo con la polla fuera del pantalón apuntando al frente. Ella se bajó la falda rápidamente mientras yo volvía a metérmela doblándome por la cintura para intentar introducir su gorda rigidez a través de la minúscula abertura de la bragueta. Hay que ver qué pequeña parece cuando tienes que meter o sacar una polla tiesa…

Tuvimos suerte de no cruzarnos con nadie en el descansillo mientras salíamos del ascensor y esperaba a que ella abriera la puerta. Cualquiera que nos hubiera visto en aquel momento seguro que habría intuido lo que estaba pasando: ella con sus tetas ondulando libres debajo de la camisa, yo con ese bulto tremendo en mi bragueta, ambos nerviosos y con los colores subidos…

No esperé ni a llegar a la cama: en cuanto se abrió la puerta le arranqué la falda hacia abajo de un tirón (tras una breve pausa para bajarle la cremallera al ver que con el primer tirón no salía), y mientras ella después escapaba corriendo hacia el dormitorio yo fui despojándome de la ropa por el camino, dejando el suelo sembrado de prendas tiradas, como en las películas. Cuando llegué a la habitación, ella ya me esperaba desnuda e insinuante tirada en la cama, con sus pezones erectos y su coño depilado. Lo que vino después fue una sesión de sexo inolvidable, por el tremendo grado de excitación que los dos habíamos acumulado desde que me dijo en medio de la calle que iba sin bragas. Hay que ver lo cachondo que puede ponerte, el morbo que puede dar, una sorpresa como ésta.

16 de enero de 2010

Pensando en ti

Escribir un blog como éste trae muchos recuerdos...
A un bello amor que se fue y que, aunque fue reemplazado por otros, nunca olvidaré. You were so beautiful to me...
Ver/ocultar resto de la entrada


You were so beautiful to me
Can't you see?
You were everything I hoped for
You were everything I needed
You were so beautiful to me

9 de enero de 2010

Anticipando el reencuentro

Los reencuentros con antiguos amores dan mucho juego. Ésta es una fantasía anticipando un próximo reencuentro; una fantasía con una persona real anticipando un encuentro real.
Ver/ocultar resto de la entrada

Hace tiempo que no nos vemos. Hace años, tuvimos una relación que finalmente terminó, pero seguimos siendo amigos. Juntos descubrimos el sexo, y lo exploramos en toda su profundidad. Hicimos de todo, y lo cierto es que lo hicimos muy bien. Bueno, en realidad no siempre fue así: supongo que, como le pasa a casi todo el mundo, los comienzos fueron desastrosos, pero rápidamente nos pusimos las pilas y nos convertimos en amantes expertos y, sobre todo, abiertos a todo. Nos encantaba disfrutar del sexo, explorar y experimentar, jugar y gozar de todas las formas posibles. Fuimos exploradores del sexo, y gozábamos enormemente con ello. Nos iba el morbo y no teníamos pudor a confesarnos nuestras apetencias y deseos. No teníamos más límites que los que nosotros mismos decidíamos imponernos, y no eran muchos. Vivimos momentos muy buenos. Y, aunque al final aquello acabó, algo nos quedó dentro para siempre.

Han pasado bastantes años, pero no hemos perdido el contacto. De vez en cuando nos escribimos, y, muy esporádicamente, hasta nos reencontramos. Y en el reencuentro siempre hay una cama de por medio. Han sido encuentros breves y esporádicos, una sola noche aislada dentro de periodos de varios años. Pero siempre mantenemos el deseo de repetirlo. Nunca sabemos cuándo volveremos a hacerlo, pero seguimos sin perder la esperanza de tener un próximo reencuentro. Nos separan muchas cosas, pero seguimos con la ilusión de que de repente un día podamos forzar esas barreras para repetir una sesión de sexo y cariño a partes iguales, de reencontrarnos a la vez que se reencuentran nuestros cuerpos.

Y cuando por fin se dan las circunstancias para tener uno de esos reencuentros, esos breves momentos, apenas ese día que compartimos juntos, lo estiramos al máximo en nuestras mentes para disfrutarlo durante semanas. Lo gozamos antes, durante y después de tener lugar. Desde el mismo momento en que empezamos a planear vernos, los dos comenzamos a tener fantasías sobre lo que haremos cuando llegue el momento. Yo las tengo, y tú una vez me confesaste que también. A menudo, las cosas siempre terminan por salir de forma muy diferente a como las planeamos en nuestra imaginación y lo sabemos, pero eso no importa, es genial anticiparse al goce de una sesión de sexo imaginando los placeres que nos esperan. Igualmente, tras la despedida, pasamos semanas rememorando aquellos momentos de pasión que compartimos juntos. Es apenas un día, sí, pero lo revivimos intensamente durante mucho tiempo.

Suelo tener varias fantasías previas a cada reencuentro. A veces lo imagino de una forma, y a veces de otra; unas veces recreo en mi imaginación lo que pienso que vamos a hacer de verdad, y otras veces simplemente me invento historias que sé que no van a suceder. Da lo mismo: lo importante es pensar en ti, en imaginar tu cuerpo desnudo y sentir en mi imaginación nuestros cuerpos entrelazados anhelando que llegue el momento de hacerlo realidad. Es algo que, durante días, no puedo quitarme de la cabeza, y que me asalta en los momentos más insospechados: antes de dormirme, en un momento de calma en el trabajo, circulando en coche o mientras espero mi turno en alguna cola. Algunas de esas fantasías las tengo solo una vez, mientras que otras son recurrentes; da lo mismo, todas las disfruto. Voy a contarte aquí una de las fantasías que tuve antes de nuestro último encuentro. La tuve y la escribí hace mucho tiempo; hoy, al releerla, me parece algo torpe, no en su fondo, sino en cómo está escrita. Hoy lo expresaría de otra forma, pero eso es lo de menos. Fue la única vez que compartimos esta fantasía antes del encuentro, ¿te acuerdas? Te la envié por correo antes de vernos. Ahora, mucho tiempo después, la reproduzco aquí tal como la escribí en su momento:

Voy a verte. Lo hemos hablado, y los dos estamos deseosos de vernos y de hacer el amor, de la forma más morbosa y excitante que se nos pueda ocurrir. Los dos estamos ansiosos, y no pensamos más que en el momento de vernos, de desnudarnos y de recorrer nuestros cuerpos con nuestras manos y nuestras lenguas, de sentirnos uno pegado al otro, de frotarnos y de gozar durante horas del sexo sin límites.

Los dos sabemos lo que va a pasar, y nos excita sólo el pensar en ello. Pero hoy no quiero ir directamente a tu casa: quedaré contigo en alguna cafetería o un bar de copas. Quedaremos en un sitio elegido por ti, por el centro. Tú llevarás tu coche para volver después a tu casa, y te pido que te pongas ropa sexy. Lo dejo a tu elección. No se trata de que parezcas una puta, por supuesto, pero sí que te pongas algo lo más excitante posible dentro de lo normal, algo que, a ser posible, haga que la gente se fije en ti por la calle, algo que resalte tu cuerpo, tus pechos, todas tus curvas... Un vestido ajustado, o una minifalda ceñida, con alguna camiseta, camisa, blusa o lo que sea también ajustado... o pantalones ajustados también, y de tela fina, a ser posible, no vaqueros, para que marquen más tu precioso cuerpo. En fin, decides tú...

Son sobre las 8 de la tarde, y ya estoy en el bar de copas que me has indicado. Te espero tomando una copa y algo nervioso por la excitación de pensar en lo que vamos a hacer, y porque sé que tú vendrás igual de excitada pensando lo mismo. Al cabo de un rato te veo entrar por la puerta, me buscas, y al verme ahí al fondo, en una mesa, sonríes. Estás preciosa, y no puedo evitar sentir que empieza a engordarme poco a poco. Llevas un vestido bastante veraniego, corto, que marca bien todas tus curvas: tus pechos, tu cintura, tus caderas... no veo tu culo porque vienes de frente a mí, pero lo imagino pequeñito, redondo y firme, como siempre. Contemplo extasiado tus piernas desnudas y tus brazos también expuestos por ese vestido sin mangas... Dios, cómo puedes gustarme tanto...

Llegas a mí y te inclinas suavemente mientras yo me levanto un poco, para darme un beso en los labios. Te acercas como a cámara lenta, o eso me parece a mí, acercando tu boca a la mía con lentitud, y con muchísima suavidad posas tus labios sobre los míos, con las bocas de ambos muy levemente entreabiertas; me das un beso suave, flojito, con los labios relajados, mientras los dos decimos muy bajito... “Hola”.

Te sientas frente a mi y sonríes, y yo también. Estoy deseando abrazarte y besarte apasionadamente, pero allí no podemos, y creo que esa espera forzada me excita aún más. Pides algo para beber y empezamos a hablar... pero en nuestras mentes sólo hay un tema, lo que vamos a hacer después, y nuestra conversación es torpe y como entrecortada. Ya habrá tiempo de hablar de otras cosas, ahora no queremos estropear el momento, no queremos distraer nuestras mentes de lo que vamos a hacer, queremos empezar a saborearlo desde ese mismo momento. Así que apenas hablamos, sólo pensamos en nosotros anticipando el momento de sumergirnos de lleno en el sexo, y lo que decimos lo decimos bajito, casi en susurros, mientras nos miramos a los ojos con miradas llenas de deseo. Aunque no hablamos directamente del sexo, es algo que está en el aire: yo te digo lo guapa que estás, lo mucho que me gustas y lo mucho que me excita ver la curva de tus pechos bajo el vestido. Te digo que me encantaría poder contemplarte desnuda allí, en ese mismo momento, ahí sentada... Tú sonríes, y me respondes algo siguiendo el juego. Los dos estamos disfrutando. Ambos estamos intentando poner al otro lo más excitado posible, lo más ansioso posible, antes de marcharnos a casa para hacer realidad todas nuestras fantasías.

Pero para antes de irnos he planeado un pequeño juego, para excitarte a ti y excitarme yo al mismo tiempo, y no te puedes negar. Tranquila, no será nada extremo ni nada de lo que te arrepientas, pero tienes que hacer lo que te diga, ¿de acuerdo? Luego, si quieres, te tocará a ti, y podrás pedirme lo que sea, también con los límites lógicos...

Accedes, aunque te pone nerviosa pensar qué habré inventado, pero a la vez la idea te excita, te da morbo. No es gran cosa, pero sé que lo vas a pasar bien y mal a la vez. Ya no puedes echarte atrás, te has comprometido a hacerlo: te pido que vayas al servicio, y que allí te quites el sujetador y las bragas, y que vuelvas sin nada en absoluto debajo de ese vestido que marca tanto tu cuerpo. Intentas resistirte, te da vergüenza pensar que alguien pueda darse cuenta, sabes que se va a notar que no llevas sujetador, aunque lo de las bragas sea más disimulado... pero ése es el juego, y los dos hemos decidido que hoy no hay apenas límites para el sexo, y te has comprometido a hacerlo... al fin y al cabo, qué coño... nadie te conoce... pues que lo noten...

Hay otro pequeño detalle... Si llevaras bolso, sería fácil, sólo tendrías que meter el sujetador y las bragas en él... pero si no, tendrás que guardarlos bien apretados en tu mano y traérmelos, dármelos a mí para que yo los guarde. Y hoy, fiel a tu estilo, has venido sin bolso. Te mueres de vergüenza de pensar que la gente te vea salir del baño con tu ropa interior en la mano, sabes que por mucho que lo intentes no podrás ocultarlo del todo, especialmente los aros del sujetador... pero no cedo: tienes que hacerlo, no hay concesiones.

Te veo levantarte hacia el cuarto de baño. Te observo alejarte mientras empiezo a notar la humedad que rezuma mi glande por la excitación que estoy sintiendo. No sé qué voy a hacer si me tengo que levantar en algún momento, cualquiera que me mire verá que tengo una erección como una casa. Pero entretanto disfruto viéndote ir hacia el cuarto de baño, e imagino tu cuerpo caminando desnudo debajo de ese tenue vestido.

Al rato vuelves. Caminas deprisa, con la vista ligeramente agachada y mirando como de reojo para ver si te mira alguien. De tu mano apretada se ven asomar algunos encajes negros. No creo que nadie se haya dado cuenta, la gente está a lo suyo y el local tampoco está muy iluminado, pero tú sientes como si todas las miradas estuvieran clavadas en ti y se te hace eterno el camino hasta la mesa. Yo, en cambio, lo estoy disfrutando. Te veo acercarte y contemplo tu cuerpo desnudo bajo el vestido, con tus pechos libres ondulando ligeramente a cada paso, maravillosos, e incluso el vello de tu monte de Venus se adivina levemente contra la tela del ajustado vestido. Me muero de ganas de besarte, y cuando te sientas y me pasas tu mano cerrada con tu ropa interior para que yo la guarde en mi bolsillo, me inclino hacia ti y te beso... lentamente, con suavidad, pero introduciendo levemente mi lengua en tu boca tras los primeros instantes. Tú respondes con la tuya, y nos fundimos en un beso apasionado, aunque algo reprimido por la situación y el lugar.

Cuando nos separamos, tú respiras agitadamente. Veo tu pecho subir y bajar, noto tus maravillosos pechos, erguidos y redonditos, suaves, duros y cálidos, moverse bajo el vestido, mientras, supongo que por la excitación y por el roce con la tela, tus pezones comienzan a marcarse a través del tejido.

Entre tanto, guardo en mi bolsillo tus braguitas y sujetador. Disimuladamente (creo que nadie ha visto nada), veo que te has puesto la ropa interior más sexy que tenías, negra y muy excitante... no pensabas que te iba a durar tan poco... Pero es igual, me halaga ver que te lo habías puesto especialmente para mí. Estoy excitadísimo, y me parece que tú también. De hecho, creo que te sientes turbada y excitada al mismo tiempo, te sientes incómoda, te sientes desnuda y como si todos los ojos del local estuvieran fijos en ti, pero a la vez te excita, te da morbo...

Y me encanta, es lo que quiero. Que te sientas desnuda, que seas consciente de tu propio cuerpo desnudo, cubierto sólo por una fina tela, ahí, en la calle, a la vista de todos. Aunque no sea cierto, quiero que te sientas un poco exhibicionista, quiero que te sientas desnuda, aunque en realidad sólo yo sepa que, debajo de esa tenue tela, lo estás en realidad.

Mi juego ha terminado, ya podemos irnos, pero tú no dejas que esto quede así, por supuesto... me estabas esperando con la venganza, y me ordenas hacer lo mismo, quitarme los calzoncillos y entregártelos a ti. Te acabo de comentar que tengo una erección enorme, y quieres que pase por la humillación y el morbo de pasearme de ida y vuelta al servicio con mi erección a la vista de todos, sobre todo a la vuelta, ya sin calzoncillos que puedan hacer algo por ocultarla, y sintiéndome yo por dentro tan desnudo como ahora te sientes tú.

Lo hago. Recorro el camino avergonzando, rogando que nadie me mire, pero en el fondo, por debajo del mal trago, disfruto con la situación, con el morbo que hemos creado entre los dos. Todo da igual, nadie me conoce, y hoy el protagonista es el sexo, lo demás no importa.

Vuelvo con mis calzoncillos en la mano, apretados en mi puño. Intento andar con normalidad a pesar de mi tremenda erección para no llamar la atención, y al llegar a ti abro ligeramente la mano para que los veas. Sonríes, y me dices que me los guarde en el bolsillo, tú no tienes dónde hacerlo. Te levantas y nos vamos.

Mientras andamos por la calle hacia el coche, apenas hablamos. Y lo poco que nos decimos, lo seguimos haciendo casi en susurros, casi al oído el uno del otro. En estos momentos, lo único que se nos ocurre decirnos es lo excitados que estamos y las ganas que tenemos de revolcarnos en cuanto lleguemos a casa. Yo te miro andar, siento mi erección y miro tu cuerpo, miro tus pechos cuyos pezones ya parece que quieren atravesar la tela del vestido. Observo que la gente mira tus pechos mientras andamos por la calle hacia el coche, los hombres que nos cruzamos no pueden evitar clavar la vista en tus preciosos pechos y tus pezones, maravillosamente libres y erguidos a la vez, ondulantes mientras andas. Y yo, además, sé que tampoco llevas bragas.

Llegamos al coche. Te acomodas en el asiento del conductor y al sentarte se te sube el vestido. Me muero de ganas de tocarte el muslo, de acariciar tu pierna desnuda, pero no lo hago: hasta ahora no hemos tenido contacto físico a excepción de los besos, y quiero retrasar el momento, quiero que ambos lleguemos a anhelar esa primera mano del otro sobre nuestro cuerpo. Pero sí te pido que te levantes ligeramente el vestido. Allí, en el coche, antes de arrancar. Quiero que tires poco a poco de sus extremos hasta dejar entrever el comienzo de tu sexo. Protestas, dices que nos puede ver alguien, pero no cedo... y finalmente, cuando ves que no hay nadie cerca del coche, lo haces. “No lo bajes hasta que te dé permiso”, te digo... y contemplo de refilón, justo asomando por el borde del vestido, la cara interna de tus muslos y la mata de tu vello púbico. “Abre ligeramente las piernas”. Lo haces, y mi erección parece que va a reventar mi pantalón. Pero ya está bien, veo que alguien se acerca a lo lejos, y te dejo bajarte el vestido. Arrancas y nos vamos de allí.

Me muero de ganas de comértelo. Mientras vamos hacia tu casa, te cuento las ganas que tengo de hundir toda mi cara entre tus muslos, de empaparme con tus jugos, de aspirar tu aroma y embriagarme con ese maravilloso sabor… de jugar con mi lengua y llenarme la boca con tus labios y tu clítoris para hacer que te retuerzas de placer. Me encanta hacerlo, me encanta chuparte toda, y me encanta verte disfrutar, oírte gemir, y sentir tu olor y tu sabor... Te digo y a la vez imagino todo esto mientras vamos hacia tu casa y mientras te contemplo ahí, a mi lado, vestida pero casi al borde de la desnudez... Estoy a cien, y creo que tú también.

Llegamos y aparcas. De repente, tras parar el coche, te giras hacia mí y, rápidamente y sin mediar palabra, te pones a besarme con toda el alma, con pasión, me coges la cabeza mientras tu lengua se introduce completamente en mi boca y pareces querer comerme entero. Me encanta, siempre me ha entusiasmado tu forma de besar, y te respondo con el mismo ímpetu, mientras con mis manos acaricio tu pelo, tus hombros y tu espalda, con nuestras lenguas entrelazadas y nuestras bocas abiertas hasta no poder más.

Finalmente, nos separamos, excitadísimos, con la respiración agitada... “Quiero que me folles”, me dices; no puedes imaginarte cuánto lo deseo... “Vamos”, te respondo, y salimos del coche.

Mientras subimos las escaleras, yo detrás de ti, contemplo cómo se marcan a través del vestido tus nalgas, casi delante de mi cara... No puedo evitarlo, y te agarro con mis brazos por la cintura mientras hundo mi cara entre ellas, restriego mi cara contra tu culo, por encima del vestido, pero notándolo libre a su través, notando su calidez en mis ojos, mi boca y mi nariz. Te giras y me sonríes, pero me apresuras, “¡vamos, venga!”. Pero en cuanto llegamos a tu casa y cierras la puerta detrás de ti, no puedo resistirme más: te abrazo fuertemente mientras empiezo a besarte con toda la pasión de la que soy capaz, y tú me respondes con la misma fuerza. Durante un rato nos desahogamos así, besándonos, chupándonos, moviendo nuestras lenguas en la boca del otro, abrazándonos con fuerza, sintiendo nuestros cuerpos pegados desde el pecho hasta las piernas...

Pero aún ninguno de nosotros ha superado una especie de barrera invisible. Como puestos de acuerdo sin decirlo, ninguno ha querido tocar aún las zonas más erógenas del otro. Yo te abrazo, te acaricio la espalda, los brazos, los costados, las caderas... pero no toco tu culo, ni tus pechos... y tú tampoco... es como si quisiéramos retrasar la llegada de ese momento, alargar el comienzo del sexo, para así alargar toda esta maravillosa tarde de sexo y pasión.

Finalmente nos separamos. Los hacemos mientras nos miramos fijamente a los ojos, con la respiración agitada, con nuestro pecho (el tuyo más claramente) moviéndose arriba y abajo. “Desnúdate”, te digo pasados unos segundos, sin separar mis ojos de los tuyos. “Despacio”. “Tú también”, me respondes, “también despacio”. Estamos frente a frente, como a medio metro uno del otro. Tú coges tu vestido por abajo mientras yo empiezo a desabrocharme el pantalón. “Muy despacio, súbelo muy, muy despacio”, te pido. Tú obedeces, y tu vestido empieza a subir con muchísima lentitud. Entretanto, seguimos con la mirada clavada el uno en el otro, mirándonos ahora a los ojos, ahora al cuerpo adorado del otro... al cuerpo, a los ojos, al cuerpo, a los ojos...

Yo me siento torpe quitándome el pantalón, mientras veo cómo tú subes tu vestido y me pareces como una diosa, descubriendo tu cuerpo poco a poco, sólo para mí. Es difícil expresar cómo me siento en una situación así... excitación, gratitud... lo estás haciendo para mí... es maravilloso... y tu cuerpo es tan precioso...

Yo ya me he quitado el pantalón, y tu vestido ha llegado a la altura de tus caderas, dejando todo tu sexo al descubierto. Noto tu excitación en tu mirada y tu respiración, y la mía se observa claramente en mi polla, que ha quedado completamente libre, apuntando hacia el frente, al quitarme el pantalón. Los extremos de mi camisa cuelgan sobre ella mientras empiezo a desabrocharla botón a botón, y mientras tu vestido va subiendo por encima de tu ombligo. Mientras yo termino de desabrochar mi camisa, tú llegas al borde de tus pechos. Ahí el vestido parece engancharse, y mientras sigues tirando de él, tus pechos suben también por un momento, arrastrados por el borde, hasta que finalmente ceden, quedan repentinamente libres y vuelven a caer ligeramente hacia abajo, mostrando tus pezones semierectos, aún no del todo, pero bien marcados, muestra de tu excitación.

Es maravilloso. Terminas de quitarte el vestido y yo mi camisa, los dos estamos ya desnudos y no puedo dejar de mirarte, de contemplarte y de pensar que eres lo más bello que existe en el mundo. Tienes un cuerpo alucinante, increíble, me encanta... Y ahora me lo ofreces todo para mi... es maravilloso, creo que me siento feliz.

“Date la vuelta”, te digo, tras contemplarte extasiado unos segundos. Me obedeces, y veo la belleza de tu espalda, preciosa, terminando en ese culito redondo y apretado que me incita a lanzarme a por él, a apretarlo entre mis manos, a morderlo... Pero me reprimo: aún no...

“¿Puedo volverme ya?”, me preguntas. “Claro”. Quedamos frente a frente de nuevo, y, mirándome primero a los ojos, bajas luego tu mirada hacia mi polla. Extiendes con suavidad tu mano hacia ella, y, elevando la vista de nuevo hacia mí, me preguntas casi con timidez “...¿puedo?...” Asiento con la cabeza y sonriendo ante lo absurdo de la pregunta, y entonces muy despacito te arrodillas frente a mi, y, sin apenas tocarla, te la introduces despacito en la boca. ¡Es imposible describir esta sensación! Esto ya es una mezcla de todo... Placer, gratitud, dulzura, calor... es imposible de describir... la suavidad de tu lengua sobre mi glande, tus labios sobre mi piel, la indescriptible sensación de estar siendo el receptor de un regalo imposible de corresponder... Te miro, entre el placer y el cariño, sintiéndome derretir por dentro, mientras tú chupas con suavidad, despacio, como sin querer lanzarte aún al sexo desenfrenado, sino como si simplemente me hicieras una caricia con tu boca...

Mientras dura, los segundos me parecen eternos, como si se hubiese parado el tiempo y no existiera nada más, pero cuando te retiras me parece que acababas de empezar... Me miras desde abajo y sonríes; yo también sonrío y te ayudo a levantarte para volver a fundirnos en un beso apasionado y a juntar nuestros cuerpos desnudos, uno junto al otro, pegados en toda su extensión...

Pero ya está bien. Llegó el momento del sexo. Ya estamos lo suficientemente excitados, ha llegado el momento de ponernos a buscar los límites del placer.

Me separo de ti y te pido que te tumbes en la cama. Te acuestas boca arriba y te pido que no te muevas salvo para hacer lo que yo te pida. Abre las piernas, todo lo que puedas. Más, tienes que poder un poco más... Eso es, así... Te sientes expuesta, con todo tu sexo abierto, ofreciéndomelo; te da morbo, te sientes “guarra”, y te encanta... y a mí también. Te pones las manos detrás de la cabeza antes de que pueda pedírtelo, parece como si supieras lo que quiero, dejándote así en una actitud aún más vulnerable, y elevando ligeramente con ese movimiento tus pechos erguidos hacia mi... unos pechos que aún no he tocado, y que empiezan a estar deseosos de una mano o una boca sobre ellos.

Me arrodillo entre tus piernas abiertas y me inclino hacia delante para besarte en la boca, levemente. Luego voy bajando con mis labios y mi lengua deslizándose poco a poco por tu cuerpo, bajando por tu cuello, entreteniéndose un poco con el lóbulo de tu oreja para luego empezar a bajar por entre tus pechos, sin tocarlos, hasta llegar a tu cintura. Allí me detengo un poco, jugueteo con mi lengua en tu ombligo mientras con mis manos empiezo a acariciar tus costados, bajando desde tus axilas hacia tus caderas, rozando el borde lateral de tus pechos con mis dedos, deslizando mis manos y mis dedos suavemente sobre tu piel, mientras mi lengua sigue jugando con tu ombligo para finalmente abandonarlo y continuar con su descenso hacia tu sexo.

Pero ahí me detengo, justo al borde de tu vello, y me separo de ti. Ahora con mis manos acaricio tus muslos, deslizándolas suavemente a lo largo de tus piernas hasta llegar a tus pies para una vez allí comenzar a subir de nuevo, esta vez por el interior. Lentamente, acercándome a la cara interior de tus muslos, te voy acariciando con mucha suavidad mientras asciendo hacia tus ingles, parándome de nuevo justo al borde de tu sexo.

Es difícil describir el jugueteo que vendría ahora... Demasiados leves toques, demasiados pellizquitos, demasiadas caricias levísimas e instantáneas para describirlo... Pero se trataría de tus labios, y de tu vagina, de intentar acercarte al borde de la desesperación, al borde de pedir a gritos que por favor, te lo coma o te folle de una vez, o que te lo toque de verdad, pero que basta ya de hacerte sufrir... Porque te haría sufrir, de puro placer... Comenzaría haciéndote notar mi aliento, con mi boca pegada a tu sexo pero sin llegar a tocarlo… un soplidito sobre el clítoris, un soplo de aliento caliente sobre tus labios menores, un levísimo roce como accidental de mis labios con los tuyos, para hacerte sentir que estoy ahí y que aún es mucho más lo que puedo hacerte… un pellizquito con mis dedos mojados en saliva en tus labios exteriores... un suave tironcito de pelo en la zona de los labios interiores y el clítoris... un suave deambular con mi dedo índice por la entrada de la vagina, en leves círculos por su exterior... coger entre mis dedos índice y pulgar, previamente empapados con los jugos que salen cada vez en mayor cantidad de tu sexo, uno de tus labios menores, y deslizarlo lentamente entre ellos... deslizarlos ambos a modo de pinza a lo largo de tus labios... y dar un levísimo toque con la punta de mi lengua sobre tu clítoris, mientras inesperadamente mis manos han subido simultáneamente a rozarte con suma suavidad los pezones...

Me entretendría con este jugueteo sutil, sin llegar tocarte el coño como realmente lo deseas, durante unos minutos. Entonces subiría, mi boca buscaría tus pechos, y mientras mis manos acarician su borde, mientras los acojo en mi palma, notando su firmeza y suavidad, mi lengua iría describiendo círculos de afuera adentro, acercándome a tu pezón... para finalmente llenarme la boca con él, para abandonarme libremente sobre tu pecho y devorarlo, mientras manoseo el otro con mi mano, mientras mi mano pellizca el otro pezón y con mi lengua juego con éste, lo mordisqueo, siento cómo se hincha y se yergue, largo y duro… lo aspiro hacia el interior de mi boca mientras lo rodeo una y otra vez con mi lengua y te oigo gemir levemente, e incluso arquear tu espalda, lo que me pone aún más a cien de lo que ya estoy.

Pero tengo que volver abajo, quiero ponerte al borde del orgasmo antes de follarte de verdad. Y así, vuelvo a contemplar cómo te retuerces y a oír cómo gimes mientras con mis dedos, con las dos manos a la vez, voy manoseando tus labios externos e internos, deslizándolos entre mis dedos; al mismo tiempo, mi lengua está jugando a la entrada de tu vagina, empapada en tus jugos, deliciosa... luego aparto a ambos lados tus labios con mis manos mientras con ambos pulgares voy destapando el clítoris, le retiro su capuchón para dejarlo al descubierto, totalmente expuesto; y entonces le doy un levísimo toque con la punta de la lengua que te hace gritar de placer... y luego otro.. y otro... y otro más, cada vez más seguidos, hasta que te cojo todo el clítoris en mi boca, lo aspiro entre mis labios, evitando los dientes, paso mi lengua por toda su superficie, y tú ya estás gritando y retorciéndote de placer.

Ahora ya hemos rebasado el límite, se acabó el acumular tensión, ahora ya se trata de disfrutar del placer al máximo. Hundo mi cara en tu sexo, trago a sorbos tus líquidos mientras chupo y chupo sin parar, meto mi lengua en tu vagina hasta el fondo, lamo todo lo que cae a mi alcance mientras mis manos colaboran tocando, separando tus labios, introduciendo dedos en tu interior… En un determinado instante, y como sé que te encanta, uno de ellos, completamente lubricado con tus propios jugos, entra también en tu culo.

Estás que no puedes más, pero yo no lo estoy menos, me pone a cien verte excitada así. Casi podría correrme viéndote correrte a ti, con poco más me valdría... Es mi debilidad: no soporto ver a mi pareja gozando de placer, me hace correrme en cuanto me descuido, en cuanto intuyo que ella está a punto de hacerlo también. Es totalmente psicológico, pero poco me excita más que contemplar la excitación que yo mismo estoy provocando.

Llegó el momento, te la voy a meter. Tú quieres chupármela de nuevo antes de que te la meta, no sé si lo haces por mi o si de verdad disfrutas con ello, pero estoy tan excitado que casi prefiero que no lo hagas, aunque me encantaría, y no sabes cómo... Pero no, salvo que te empeñes, ahora quiero follar... aunque no sé... quizás fuera mejor alargarlo, tomarlo con calma... que me la chupes, y así entre tanto calmarte algo tú, para luego volver a intercambiar los papeles de activo y pasivo y así hacerlo durar más y más, disfrutando del sexo por más tiempo, disfrutando al máximo de este placer que estamos dando y recibiendo a raudales...

En fin, decide tú: chúpamela si quieres, pero si lo haces, hazlo a lo bestia, chúpala bien, sin suavidad, sin miramientos; quiero sexo, puro sexo... Así, cómetela, entera, vamos, trágala bien, cógeme los huevos... ohhhh, me encanta... es maravilloso, maravilloso... qué bien la chupas, eres... increíble...

Me correría en tu boca, me encantaría hacerlo... sería alucinante, sentir mi orgasmo mientras tu lengua sigue rodeando mi polla, mientras no paras de chuparla y chuparla aunque yo esté retorciéndome de gusto y sin poder más... No quiero que la muevas con la mano, sólo tu boca, nada más, sólo eso... el placer más increíble...

Pero no, no quiero correrme aún, quiero follarte, quiero disfrutar contigo, hacerte gozar a tope y corrernos juntos, ver tu cara, oír tus gemidos de placer mientras me corro dentro de ti viéndote correrte a ti también.

Así que ven, levanta de la cama y ponte aquí, sobe la mesa. Sí, hazme caso... el culo en el borde, sentada en el borde... ahora túmbate hacia atrás, así... Traigo dos sillas y te hago apoyar los pies sobre los respaldos... así, totalmente abierta, expuesta, toda a mi merced... ¿Se te había relajado el chochito mientras me la chupabas? Pues eso no puede ser: aquí me tienes de nuevo, no pienses que puedes relajarte. Hundo mi cara entre tus piernas y te devoro, te como entera, te disfruto a tope mientras te doy todo el placer de que soy capaz. Me levanto y, rodeando la mesa para acercarme a tu cara, me inclino sobre ti y te beso apasionadamente. Noto el sabor de mi polla en tu boca y eso me excita, me da morbo, y tú notas todo tu sabor en la mía también. Nuestras lenguas se entrelazan, y tras unos instantes me retiro para ahora poner mi polla sobre tus labios. La coges y la chupas con ansia, como si te la fueran a quitar... Y así es, porque llegó el momento, allá vamos. Te la saco de la boca y vuelvo entre tus piernas, de pie entre ellas, delante de ti.

Estás abierta, intensamente abierta, y yo apoyo mi glande a la entrada de tu vagina. Estás húmeda, chorreando, tremendamente excitada; se distinguen gotas de tus jugos acumuladas en la parte inferior de tu vagina, a punto de gotear por tu perineo. Es maravilloso contemplar tu excitación en tu cara, oírla en tus gemidos, y verla en la tremenda humedad de tu sexo. Y entonces, te la meto de una sola vez... no bruscamente, puede que hasta con cierta lentitud, pero sí sin pausa, directa, toda hasta dentro, haciendo que notes cómo se introduce centímetro a centímetro. Entra solita, desliza con una tremenda suavidad mientras siento cómo la rodea el intenso calor de tu sexo; entre tanto, no puedo dejar de observar tu expresión al sentirme dentro, tu boca abierta, tus ojos cerrados... Ha llegado. Estoy dentro de ti. No tengo suficientes manos para tocarte todo el cuerpo como desearía hacerlo... Mientras empiezo a moverme con contundencia dentro y fuera, tú tocas tu clítoris y mis manos se mueven de tus caderas a tus tetas, de tus tetas a tu culo y luego de nuevo a tus caderas para tirar de ti, para empujar con más fuerza, para follarte de verdad.

Dentro y fuera, dentro y fuera, dentro y fuera... te follo sin parar, mientras contemplo el placer en tu cara en forma de expresión casi de sufrimiento y te oigo gemir bajito, como si no tuvieras ni fuerzas para hacerlo de verdad. Entre tanto, te aprieto las tetas entre mis manos con desesperación, pellizco tus pezones y me inclino para cogerlos en mi boca, para llenar mi boca con tus tetas, para disfrutarte toda...

Pero tengo que parar, tengo que hacer una pausa, porque no aguanto más, y aún no, no quiero que dure tan poco... Me paro, me separo un poco, y te chupo, te lo chupo todo, te manoseo, chupo tus pechos, te beso... y vuelvo a meterla, adentro otra vez, a follar como locos, a follar de verdad...

Tú me pides más y más, con más fuerza, me pides que no pare, que te dé más... No puedo hacerlo más fuerte, me parece que te voy a destrozar, pero tú aún pides más... Voy a correrme, y creo que tú también, lo noto llegar, se aproxima...”¡Me voy a correr! ¡No aguanto más!” “¡Yo también!”, me dices, “¡sigue!”. Y sigo, sigo moviéndome, follándote, de pie frente a la mesa, metiéndotela hasta el fondo, en esta postura en la que toda tú estás accesible para mí y en la que puedo meterla hasta el fondo y sacarla hasta la punta en cada envite, haciendo el recorrido mayor y haciéndote correr de puro placer.

Finalmente no puedo más, siento cómo me inunda el orgasmo, noto mi semen corriendo por mi interior y saliendo disparado dentro de ti mientras tú también das un grito ahogado y clavas tus uñas en mis brazos, y arqueas tu espalda mostrando unos pechos maravillosos, apuntando al frente con los pezones totalmente erectos, con la espalda arqueada, mientras yo te contemplo a la vez que me sigo moviendo y corriéndome dentro de ti, gritando sin poderlo evitar...

Se acabó... tú vuelves a apoyar tu espalda sobre la mesa, mientras sueltas un suspiro, y yo me dejo caer sobre ti... beso tu pecho con suavidad mientras tú acaricias mi pelo... te beso, y los dos sonreímos...

Dentro de un rato, otro”, te digo... y nos echamos a reír los dos...

18 de diciembre de 2009

Una interminable sucesión de orgasmos múltiples

La historia de un polvo con una mujer multiorgásmica que me dejó impresionado.
Ver/ocultar resto de la entrada

Es un tópico generalmente aceptado que las mujeres suelen ser multiorgásmicas mientras que los hombres no lo son. Pero ¿qué significa realmente esto y cuánto tiene de cierto? Yo no soy experto en estos temas y tampoco me considero el hombre con más experiencia del mundo en esto del sexo, pero en base a mi modesta experiencia creo poder decir que esta afirmación no es tan universal como uno pudiera pensar por su amplio grado de aceptación. En otras palabras: que yo no he encontrado tantas mujeres multiorgásmicas como en principio parece que debería haber. Bueno, tampoco es que haya follado con tan gran número de mujeres como para sacar conclusiones, he sido más bien modesto en cuanto a parejas sexuales, pero lo cierto es que en toda mi vida solamente me he encontrado con una capaz de experimentar algo así. Eso sí, me dejó impresionado...

Quizás el problema esté en definir claramente qué es eso de ser multiorgásmico. Está claro que un hombre no lo es: salvo en casos particulares, cuando un hombre se corre debe pasar un tiempo prudencial antes de poder tener otro coito (antes de poder follar de nuevo, para entendernos; ya sabéis que me gusta usar palabras del día a día; ¿quién habla en la vida real de "coito" cuando puede decir "follar"?). Pero ojo, que también puede haber excepciones en casos particulares; y no me refiero solamente a que pueda haber portentos por ahí capaces de encadenar un polvo con otro sin descanso, que los habrá (en esta vida uno encuentra de todo), sino que, en circunstancias particulares, a cualquiera le puede pasar. Vamos, que a mi mismo me ha pasado: no es muy habitual, pero hay veces que, aunque te corres, te quedas empalmado total o parcialmente, y, con el estímulo adecuado, puedes ponerte de nuevo a ello en cuestión de segundos. Eso sí, esa segunda vez ya cuesta bastante llegar al orgasmo; yo a veces no lo he conseguido, y en otras ocasiones, aunque lo consigas, no resulta tan satisfactorio como el polvo anterior. Pero vamos, que si eso es ser multiorgásmico, creo que podemos serlo todos en un momento dado.

Por supuesto, para la mujer lo anterior es más fácil. Tampoco es que pase con todas o siempre, pero teóricamente podrían hacer lo mismo, y después de haberse corrido en un polvo, empezar con otro. No es muy habitual o no he encontrado a muchas con ganas de probarlo, la verdad es que si el orgasmo es intenso lo que te suele apetecer es relajarte y descansar, no ponerte a empezar de nuevo. Pero en principio, igual que pasa a veces con los hombres, pueden hacerlo; y más fácilmente, claro: al hombre, como no se le empine ya puede tener ganas, que no hay nada que hacer, mientras que una mujer puede ponerse a ello aunque sea con desgana "a ver qué pasa" (que a lo mejor luego vienen las ganas).

Pero, para mi, eso no es ser multiorgásmico. Eso es encadenar polvos, y yo creo que casi todos lo habremos hecho alguna vez, pero ser multiorgásmico para mi es otra cosa: es correrte una y otra vez de forma seguida y continuada, con apenas unos pocos segundos de pausa entre orgasmo y orgasmo.

Desde luego, creo poder afirmar que esto entre los hombres no existe. Y si existe algún caso, me encantaría verlo, porque debe ser espectacular; si alguien consigue hacer algo así y lo graba, seguro que gana el record de visitas a un video por internet. Si conocéis a algún fenómeno así, capaz de actuar como una ametralladora de semen, ya estáis tardando en avisarme... Pero, ¿y entre las mujeres? Según el criterio general, no sólo existe, sino que está bastante generalizado. No lo sé, pero si me baso en mi experiencia, creo que existe, pero que es también bastante raro.

Sólo me he encontrado con una chica capaz de correrse de forma encadenada en una ocasión. Eso sí, me dejó con la boca abierta… Qué poderío… Qué envidia… Qué espectacular… Y qué resistencia… joder, que si la dejo creo que aún estaría corriéndose (bueno, más bien habríamos muerto ambos de inanición).

Ya os he hablado de esta chica en otra entrada, un rollete que me eché durante un tiempo y que me gustaba como amiga, pero no me atraía lo más mínimo físicamente. Pero a lo tonto empezamos una relación sexual, y la chica resultó ser una bomba en la cama. Vamos, que aunque no me atraía físicamente, y eso le resta morbo y excitación al asunto, había cosas con ella en el sexo que eran una gozada. Ya os hablé de sus mamadas… bueno, pues además descubrí que era multiorgásmica. Y mucho.

El día que lo descubrí estábamos haciéndolo al modo “cabalgada”: conmigo tumbado boca arriba en la cama, y ella sentada a horcajadas sobre mi polla saltando arriba y abajo. Cuando lo hago en este tipo de posiciones tan “accesibles” para disfrutar del cuerpo de la chica, mientras follo no dejo de manosearle y/o chuparle las tetas, y en ocasiones también le estimulo el clítoris. Esto último depende: hay chicas que prefieren ser ellas quienes lo hagan, otras sólo quieren que se lo hagas tú, y hay otras que alternan su mano con la tuya en función de cómo se desarrolle la cosa (esto es lo mejor, pues da más juego a variaciones y posturas; si tiene que ser “obligatoriamente” el chico el que estimule el clítoris, algunas posturas se hacen realmente incómodas y complicadas). Esta chica era de las últimas: si se lo tocaba yo, estupendo, y si no, ya se apañaba ella. El caso es que ese día, con ella cabalgándome, cuando llegó el momento próximo al orgasmo yo tenía una mano en una teta y la otra en su coño, poniéndole el clítoris a cien.

No recuerdo si alguno de los dos se corrió un poco antes o si nos sincronizamos bastante bien, lo que sí sé es que yo hice lo que suelo hacer en estos casos: seguir estimulando el clítoris durante el orgasmo e incluso después, habitualmente hasta que la chica me obliga a retirar la mano. Es como un pequeño juego: sé que la estimulación más allá del orgasmo provoca una especie de “insoportable placer”, entre placentero e incómodo al mismo tiempo, y me gusta “hacer sufrir” a la chica haciéndola gritar “¡para! ¡para!” entre gemidos, o obligándola a intentar arrancar mi mano de su coño mientras yo intento seguir manoseándoselo. Me da morbo este jueguecillo, y a ellas en el fondo les gusta.

Bueno, pues el caso es que hice eso: seguir tocándole el clítoris mientras se corría y después. Mi asombro vino cuando no sólo no me quitó la mano, sino que, después de haberse corrido, a los pocos segundos de seguir tocándole el clítoris se ponía a gemir como una loca de nuevo en la cresta de un nuevo orgasmo.

Para entonces yo ya había eyaculado, pero seguía con mi polla en su interior mientras ella iba a por el segundo. La situación me excitaba y me daba morbo, así que contemplaba la escena encantado mientras la veía correrse por segunda vez. Por supuesto, no retiré la mano, mis dedos seguían jugando con su clítoris entre esos labios chorreantes, y cuál sería mi asombro cuando de nuevo vi que, tras unos cuantos gemidos post-orgásmicos venían unos segundos de pausa… ¡para comenzar de nuevo en un ascenso hacia un nuevo orgasmo!

Mi excitación y morbo iniciales se estaban transformando en puro asombro: ¿iba a correrse esta tía tres veces seguidas en mis narices y con mi polla aún dentro de su coño? Era alucinante, y la verdad es que también me halagaba verla sucumbir a un placer así por lo que yo le estaba haciendo. Siempre me ha excitado enormemente ver a una mujer sintiendo placer, hasta el punto de que esto por si solo es capaz de desencadenar en mí el orgasmo, así que estaba disfrutando enormemente con la situación. Y, por supuesto, seguí moviendo mi mano.

Tras el tercero vino el cuarto, y luego el quinto… No sé cuándo mi morbo y excitación empezaron a transformarse en incredulidad y curiosidad: ¿hasta dónde iba a ser capaz de llegar esta tía? Llegó un momento en que, ya pasado un rato después de mi propio orgasmo y en una situación de excitación ya bastante baja, aquello empezó a ser para mí como un juego: ¿sería capaz de llegar hasta las 10 corridas?

Pues el caso es que seguía, y seguía… la situación para mí empezó a ser hasta hilarante, y recuerdo que llegué a hacer alguna broma del tipo “¡pero tía, ¿cuántos llevas?!¡Si lo sé llamo a los del Guiness!”, a lo que ella se rió también entre gemidos. Pero no creáis que estas risas le cortaron el rollo, como pasa a veces… qué va, la cosa seguía…

7 corridas… 8… 9… ¡10 corridas, la tía había llegado a las 10 corridas! ¡Y seguía pidiendo guerra! A este paso se me iban a dormir los dedos, que ya casi chapoteaban entre sus jugos, pero yo seguía dándole, no era cuestión de dejarla a medias… La verdad es que llegado un cierto punto la cosa ya estaba perdiendo hasta la gracia (para mi, claro, que ella seguía a lo suyo, disfrutando), y supongo que en esto influía el hecho de que la chica para mi no significaba nada; si hubiera sentido algo más por ella, seguramente habría seguido dándole al coño hasta que se le cayera a trozos (o a mi los dedos). Pero el caso es que, llegado un momento, aquello ya empezaba a ser cansino: ¿es que no iba a acabar nunca? ¡Si no paraba yo, esta tía iba a seguir corriéndose hasta el día siguiente! Así que sí, amigos: no me siento demasiado orgulloso de ello, pero llegado un determinado momento decidí ser yo el que diera por terminada aquella sesión de orgasmos encadenados. No sé si fue hacia el 13 o el 15, de hecho ya en algún momento creo que dejé de contar… Como me daba un poco de apuro cortar por las buenas (uno tiene su corazoncito, y me daba cosa parar cuando ella estaba disfrutando de esa forma), tras una nueva corrida le pregunté “¿Sigo?”; ella sólo respiraba agitadamente sin responder; “¿sigo?”, repetí, sin obtener tampoco respuesta; a veces pienso que ni ella era capaz de decidir en ese momento si quería seguir o no… Me imagino que, por bueno que fuera, debía estar ya extenuada. El caso es que decidí parar: tras ese último orgasmo, bajé el ritmo de mis dedos poco a poco, suavemente, hasta detenerme. Ella no dijo nada, simplemente soltó una mezcla de gemido y profundo suspiro de satisfacción, y por fin se relajó, supongo que exhausta. Creo que hice alguna otra broma al respecto de su sesión maratoniana, y ambos nos reímos con ganas. A ella se la veía feliz, con una sonrisa que no se borraba de su cara; desde luego, no podía negar que había disfrutado como una loca… no sé el tiempo que habría estado corriéndose una y otra vez, pero os aseguro que fueron muchos minutos, estimo que entre 10 y 15 dedicados solamente a tener un orgasmo detrás de otro. La verdad es que era para dar envidia…

Como comprenderéis, después de aquello yo necesitaba explicaciones, estaba realmente asombrado e impresionado, era la primera vez que me encontraba con algo así. De modo que, cuando acabamos, yo no hacía más que preguntarle sobre ello: ¿era eso normal en ella? ¿le pasaba a menudo? Lo más sorprendente es que me dijo que no: aquella sesión de orgasmos múltiples había sido la primera que había experimentado en su vida, también había sido toda una sorpresa para ella. Y la verdad es que, al menos conmigo, era algo que no había sucedido en ningún polvo anterior, y que tampoco se repitió después.

¿Qué hizo de aquel polvo algo tan especial para ella como para correrse una y otra vez sin parar, en una sucesión de orgasmos múltiples encadenados que parecía no tener fin? No lo sé con exactitud, pero tengo una teoría, aunque dado que mi relación con ella fue corta y el número de polvos no fue muy grande, no tuve ocasión de confirmarlo. Quizás aquella vez sucedió simplemente porque era yo el que le estimulaba el clítoris, y lo hice con ese jugueteo de continuar estimulándolo después de pasado el orgasmo. Las otras veces que follé con esta chica lo hicimos en otras posturas en las que me resultaba incómodo llegar a su clítoris más allá de unos segundos, de modo que era ella la que se lo tocaba mientras la follaba; y supongo que en esas ocasiones, y en todas las anteriores, ella paraba al terminar. Quizás fui yo, con esa manía mía de llevar a las mujeres al límite más allá del orgasmo, lo que hizo que en el caso de esta chica descubriéramos que era capaz de tener orgasmos múltiples encadenados. No lo sé, y tampoco sé cómo le habrá ido la vida después, y si habrá seguido gozando o no de este descubrimiento, si realmente fue algo que ha podido seguir repitiendo a lo largo de su vida, o si es algo que requiere unas condiciones particulares para darse. Espero que haya tenido suerte y haya podido seguir disfrutando de esos orgasmos múltiples sin aburrir demasiado a su pareja…

Si mi teoría es correcta, ¿podría ser que esas mujeres que me retiran la mano a la fuerza cuando intento seguir estimulándolas después de correrse pudieran gozar de orgasmos múltiples si se lo permitieran? Quién sabe… Quizás vosotras, las chicas que me estáis leyendo, podáis darme alguna pista, porque lo cierto es que tengo curiosidad. Nunca más he vuelto a encontrarme con una mujer capaz de vivir una experiencia como aquella, ni siquiera en una versión reducida de dos o tres corridas seguidas, así que no sé si es algo excepcional, o que depende de la persona, o de las circunstancias. Decidme, ¿sois alguna de vosotras multiorgásmica? ¿habéis tenido alguna vez una experiencia similar, sea de forma habitual o puntual? Sea como sea, qué suerte tienen algunas, leches…

9 de diciembre de 2009

Mis vecinas

¿Quién no ha fantaseado alguna vez con sus vecinas o compañeras de trabajo? Aquí os presento a mis vecinitas. Quién las pillara...
Ver/ocultar resto de la entrada

Parece un tema recurrente en esto de las fantasías, ¿verdad? Las de las vecinitas... Supongo que por el hecho de la relativa proximidad física y el contacto más o menos frecuente (aunque a menudo no sea más que contacto visual), parecen mujeres más accesibles que las que puedas cruzarte por la calle, y por tanto más aptas para fantasear con ellas como parte de lujuriosas historias de seducción. Unas fantasías que, precisamente por esa mayor proximidad, creo que tienen una improbabilidad bastante alta de hacerse alguna vez realidad; pero qué coño, lo importante de las fantasías es poder disfrutar con ellas, ¿no?

La verdad es que yo ahora no me puedo quejar: tengo tres vecinas más que apetecibles para montarme con ellas historias morbosas en mi cabeza; y unas cuantas más dentro de la categoría de "inalcanzables" por la diferencia de edad (sobre los veinte añitos; qué ricos...), de esas que sirven para ponerte los dientes largos en la piscina contemplando sus esplendorosos cuerpos pero poco más; porque a la hora de tener fantasías, uno sabe que esas jovencitas te son ya tan inalcanzables que no te lo crees ni fantaseando, así que las que me dan más morbo, por esa mayor posibilidad teórica (puramente teórica) de enrollarme con ellas son las otras, las de entre treintaytantos y cuarentaypocos.

Una de ellas es mi vecina de al lado. Una tía maja, simpática, y que de jovencita debió ser una belleza. Ahora está bastante mal conservada, la pobre, parece más avejentada de la edad que debe tener en realidad (debe ser un pelín mayor que yo pero no demasiado, pero aparenta más), pero aún así se nota que debió ser una de esas chicas de las que te hacen volver la vista al cruzarte con ellas. Alta, con buen cuerpo, grandes tetas, mona de cara, y con unos ojos... ¡qué ojos, diosss! No lo puedo evitar, me encantan unas buenas tetas, me gusta un buen culo redondito y firme... pero me derrito cuando me miran unos ojos como estos: profundos, grandes y claros, de un azul claro tirando a gris, que te dejan hipnotizado.

Lástima que apenas se cuide, que vista siempre de forma muy descuidada, que no la vea casi nunca peinada o medianamente maquillada, y que todavía no haya sido capaz de averiguar cómo tiene el culo porque nunca la he visto con pantalones ajustados. Sale poco, y de esas pocas veces, muy pocas lo hace arreglada para ir algún sitio, así que casi siempre la veo en camiseta y vaqueros viejos, sin salir de la urbanización. Aún así, desde el principio me cautivaron sus ojos y su permanente sonrisa, para luego asombrarme con sus generosas tetas que aún se mantienen con una relativa firmeza que se esfuerza por desafiar a la gravedad. Ufff, estoy recordando una vez en que la vi “empitonada” en pleno verano, con una camiseta blanca… Qué visión…

Sólo una vez conseguí verla en la piscina, y casi de refilón; estaba sentada algo lejos e iba acompañada de su marido, así que no tuve demasiada ocasión para examinarla en detalle sin quedar en completa evidencia, pero me di cuenta de que sigue teniendo un cuerpo más que apetecible. Vamos, una tía más que follable (disculpad, chicas, este post tan aparentemente machista, pero es que no estoy describiendo a mis vecinas como personas, eso es otra cosa; ahora las estoy describiendo como un simple objeto de mis fantasías; son cosas distintas), simpática y agradable, y que se pasa mucho tiempo sola en casa, con su marido de viaje. Una candidata ideal para imaginarla sola en casa sedienta de sexo... de mi sexo... en fin, pura fantasía.

La segunda vecina que me atrae, lo hace por puro morbo. Y es que tiene una cara de pillina y una sonrisa pícara que parece ir pidiendo guerra, aunque seguro que todo no son más que imaginaciones mías. Al contrario que la anterior, ésta es más bien bajita, pero con buen cuerpo. Nada espectacular, pero un cuerpo bonito, bien proporcionado. No sé por qué, creo que tengo debilidad por estas chicas pequeñitas de agradables formas; y digo pequeñitas, y no bajitas, porque me refiero a esas que parecen una versión reducida de toda una mujer, con todo en su sitio y muy buen puesto. Porque a veces una chica bajita puede resultar algo rechoncha, o "paticorta", o lo que sea, pero cuando tiene buen cuerpo y buenas curvas, con todo en la proporción adecuada a su estatura... en fin, siento cierta debilidad, y no sé por qué.

Tampoco es que sea una miniatura... es simplemente una chica algo bajita, como muchas, "menudita", como suele decirse, de esas que resultan muy manejables en la cama por su pequeño tamaño y peso (sí, estuve bastante tiempo con una chica así, y es divertido). Y además es mona, pero sobre todo tiene lo que decía antes: una cara pícara, unos ojillos traviesos, y una sonrisa que cuando te mira parece estar queriendo decirte algo más... imaginación calenturienta, supongo. Y si en realidad hubiera algo más… en fin, creo que nunca lo sabré: sería muy delicado arriesgarse y equivocarse; y sería quizás más delicado aún acertar… Menudo lío, estar liado con la vecina… mejor dejarlo para las fantasías.

Al contrario que la anterior, esta chica sí que se cuida, y mucho. Hace deporte, va siempre bien peinada y parecer ir arreglada y pintada incluso para ir a tirar la basura; hasta con chándal resulta sexy. No es que vaya siempre de punta en blanco, que resultaría hortera, pero es de ésas que hasta con vaqueros y camiseta los lleva perfectamente elegidos, complementados... y mínimamente ajustados para resultar atractiva sin caer en la chabacanería. En la piscina, usa bikinis sencillos pero siempre negros o muy oscuros, que realzan su bonita figura. Al contrario que mi otra vecina, ésta consigue aparentar menos años de los que tiene en realidad (cuando me enteré de su edad por casualidad, me sorprendió). Una chica que se gusta y quiere gustar. Qué peligro...

Con esas premisas, da igual que no tenga un culo ni unas tetas espectaculares: tiene un culillo pequeño y unas tetas firmes y redondeadas de tamaño medio, y con eso basta. Da lo mismo: en conjunto tiene un buen cuerpo, y con ese atractivo y esas miradas pícaras (que puede que sólo sea cosa mía, pero me lo parecen)... en fin... que me derrite, esta chica. Hay ocasiones, cuando me mira con esa sonrisa y esos ojillos picaruelos, que me dan ganas de atraerla como en las películas y pegarle un buen morreo para luego irnos a hacer todas las guarrerías que se nos ocurran. ¡Ay, si yo te pillara…!

De mi tercera vecina, no sé bien qué decir. Es algo enigmática, y no tengo claro si es tímida o simplemente gilipollas. Pero, sin poder decir que sea guapa, tiene una cara que me atrae, un rostro bastante atractivo. Siempre seria, no creo haberle visto nunca sonreír, y algo más delgada de la cuenta para mi gusto, de modo que, sin estar plana, apenas le destacan las tetas. De altura está en la media, y su culo no tiene mal aspecto: con unos kilos más seguramente sería un culo espléndido. Una chica mona de cuerpo agradable, nada del otro mundo, pero por alguna razón, quizás incluso por ese “misterio” (¿o simple estupidez?) que la rodea como un halo, me da morbo. Vamos, que no me importaría ponerla en pelotas y hacerle unos cuantos jugueteos a ver si consigo arrancarle de una vez una sonrisa…

Y en fin, éstas son mis vecinas. Tengo otras, por supuesto, muchas con las que no tendría una fantasía ni loco, y alguna que podría estar en la frontera y podría llegar a considerarse en un momento de desesperación; pero estas tres, y especialmente las dos primeras, son mis musas particulares en esto del sexo de andar por casa. ¿También vosotros/as fantaseáis con vuestras vecinas o vecinos?

2 de diciembre de 2009

La mejor mamada de mi vida

Pocas cosas pueden dar más placer a un hombre que una buena mamada. Y si los astros se juntan para que suceda lo que voy a contaros aquí... es como tocar el cielo.
Ver/ocultar resto de la entrada

Pocas cosas le pueden dar más placer a un hombre que una buena mamada. Sí, follar es genial, y no podría elegir entre una cosa u otra, porque son distintas; follando sientes el cuerpo de la mujer, puedes acariciarla y sentir que le das placer, puedes participar de forma más activa en general, y todo eso supone un placer “psicológico” que se suma al físico y hace que sea una experiencia fantástica. Pero si nos centramos únicamente en el placer físico, creo que casi todos coincidiremos en que el placer que te puede dar una buena mamada es superior.

Mamadas me han hecho muchas, aunque, como nos pasará a casi todos, no tantas como me gustaría… Pero recuerdo una de forma muy especial, fue una que quedó grabada en mi mente porque nunca he gozado tanto, de forma tan extrema, con nada que haya hecho en el sexo en mi vida. Aquella vez sentí el mayor placer que he podido experimentar en toda mi vida, fue como sentir que iba a reventar, que no podía más, que era imposible estar sintiendo aquello… Aunque parezca una contradicción, llegó a ser una experiencia de placer casi insoportable. Y, para colmo (o quizás en buena parte por eso) fue una experiencia tremendamente larga, que parecía que no iba a terminar nunca… Huelga decir que nunca he vuelto a experimentar algo así, de ese nivel, desgraciadamente. Quizás por eso me es imposible olvidarlo.

Era una chica del montón. En principio éramos simplemente buenos amigos, y sin saber bien cómo, la cosa derivó en un tonteo con fuerte componente sexual, sin nada más de fondo. Sí, se dio eso que parece casi imposible de ser amigos y compartir sexo al mismo tiempo sin plantearse nada más… Duró poco, lógicamente: es una situación que no puede durar.

Como decía, no era una chica guapa, ni estaba buena. Vamos, una de esas en las que nunca te fijarías para entrarle en un bar… Ni siquiera desnuda ganaba, la pobre, pero ya he dicho que éramos buenos amigos, y la amistad hace que veas al otro más atractivo de lo que es en realidad. La amistad derivó en bastante intimidad, y la intimidad llevó al sexo casi de forma natural. Y entonces descubrí que la chica era un volcán sexual. La verdad, nunca me llegó a atraer físicamente, y eso resta mucho al sexo, pero debo reconocer que se manejaba en la cama como pocas, hasta el punto de que un par de las experiencias sexuales que me han quedado marcadas de por vida fueron con ella. Hoy os contaré una: la mejor mamada de la historia.

No sé cómo empezó o qué hicimos antes de llegar a la mamada. Mis recuerdos comienzan en lo que se me quedó grabado: yo desnudo boca arriba en la cama, y ella, desnuda también, medio recostada a la altura de mis rodillas, con mi polla en su boca.

Creo que le gustaba chuparla. Sí, le tenía que gustar. Algunas mujeres te la chupan porque saben que te gusta, pero no todas lo disfrutan realmente; no digo que les disguste (que las habrá también, claro), pero creo que a muchas en el fondo les es indiferente, no les da morbo chuparla, excepto por el hecho de verte excitado a ti. Pero ésta creo que disfrutaba chupándola. Como la relación fue corta, nunca llegué a preguntárselo, pero estoy seguro de que tenía que ser así. De hecho, la primera vez que nos enrollamos fue lo primero que hizo: apenas nos habíamos desnudado mientras nos estábamos besando, cuando ya la tenía bajando para metérsela en la boca…

El caso es que ahí estábamos, en una mañana recién despertados en la cama tras una noche juntos, y ella con mi polla en su boca (cómo habíamos llegado ahí no lo recuerdo). Ya sabéis cómo es esto de las mamadas: inicialmente, la sensación es tan sutil que cuando empieza casi te preguntas “¿y tanto desearlo para esto?”; pero luego, poco a poco, se va extendiendo como un sutil cosquilleo, vas sintiendo cómo va aumentando progresivamente la tensión en tu polla, empiezas a no sentir nada que no sean las sensaciones que te llegan del capullo, y acabas experimentando un placer difícil de describir…

A grandes rasgos, hay dos estilos de mamadas: en las que sólo te la chupan, y en las que te la menean al mismo tiempo. Luego la propia mamada permite muchas variantes según la forma de chupar, pero para mi los dos grandes "estilos" son estos (por supuesto, una misma mamada puede combinar los dos tipos, a ratos). Ambos tienen su atractivo, y no podría decantarme por uno u otro, pero lo que está claro es que los efectos son muy diferentes: si la mamada se combina con un meneo manual, la excitación sube mucho más rápidamente, mientras que si se solamente se chupa el proceso es mucho más gradual, y aparentemente menos intenso, con una sensación de placer más suave y sutil. Aunque, por otra parte, si no te la menean percibes mucho mejor los distintos matices, las distintas variantes de la chupada. No es quizás la comparación perfecta, pero no se me ocurre otra: digamos que una cosa es como comerte un menú degustación de las raciones más exquisitas, y lo otro es comerte un buen chuletón de la mejor carne en un asador; es distinto, pero es difícil elegir.

Pues bien, esta chica era de la versión "menú degustación": no la meneaba, simplemente chupaba y chupaba, chupaba sin parar, lamía, absorbía, jugaba con la polla en su boca de todas las formas imaginables. Era una verdadera experta de la mamada, aunque en ella se trataba de una experiencia innata, ya que yo sabía que no había tenido una vida sexual anterior muy activa. Como dije antes, esta chica era un volcán sexual; simplemente ella era así.

¿Qué hizo de aquella ocasión algo especial? No lo sé: tuve bastantes mamadas con esta chica, y aunque ninguna me defraudó lo más mínimo (¿qué mamada puede defraudar?), tampoco llegó ninguna a este nivel. No sé lo que fue, el caso es que ella la empezó a chupar a su estilo, magníficamente y sin ayudarse de las manos para excitarme: sólo su boca, sus labios y su lengua recorriendo toda mi polla y jugando con ella como pocas mujeres lo han hecho. El caso es que, por alguna razón, yo disfrutaba de la mamada y estaba excitado, pero con esa excitación que aún queda lejos del orgasmo. Ella seguía chupando y chupando, y yo seguía disfrutando, cada vez un poquito más, gozando de las sutilezas del juego de su lengua en mi capullo, en mi frenillo, de su boca tragando la polla hasta donde podía... Pasaban los minutos, y pasaban más, y yo disfrutaba de aquella sesión enteramente dedicada a mi placer mientras ella seguía sin un comentario, sin una queja, sin lamentarse de que pasara el tiempo y yo aún no me corriera...

No sé el tiempo que estuvimos así, pero no creo que exagere si digo que debió ser media hora o más. Creo que, sin proponérselo, me estaba haciendo la mamada perfecta combinando toques que proporcionaban una mayor intensidad de placer con otros momentos de más sutileza, permitiendo mantenerme a cien pero sin llegar a cruzar el umbral del orgasmo. Era genial, nunca había gozado tanto tiempo de esa sensación de estar próximo a correrte pero sin que pareciera acabarse nunca. Y lo mejor estaba aún por llegar...

Poco a poco, me fue poniendo a cien, en esa situación de gran placer en la que sabes que ya es cuestión de poco tiempo que llegue el momento “de no retorno”. Pero lo curioso es que, al igual que llegué despacio a esa situación de extremo placer, el momento parecía extenderse más y más sin que terminase de llegar la sensación de que me corría. Era maravilloso, sentirse en un estado de excitación y placer tan alto sin que pareciera que se acabase nunca… sí, la tensión parecía elevarse poquito a poco, muy poquito a poco, acercándose el momento culminante con extrema lentitud, pero tan despacio que podía seguir disfrutando de la mamada durante minutos y minutos en niveles de máximo placer… Indescriptible.

Para entonces ella ya mostraba indicios de cansancio, y por primera vez me preguntó algo así como “¿Te falta mucho?”. Le dije que no, que siguiera, que era inminente… lo curioso es que esa inmediatez parecía no terminar nunca…

Finalmente, sentí que no podía más, me iba a correr, así que se lo dije: “¡me voy a correr!”. Sí, ella era de esas chicas a las que, aunque les guste chuparla, no les gusta que te corras en su boca, era algo que ya me había aclarado la primera vez, así que le avisaba cuando la situación era ya inminente. La verdad es que no he tenido la suerte de follar con muchas chicas a las que no les importe que te corras en su boca, pero ésta tenía una ventaja: mientras que el resto, cuando les avisas, se la sacan de la boca y ya simplemente te la menean con la mano mientras te corres, ésta se las apañaba para seguir chupando pero apuntando el semen para fuera. En la situación en la que estábamos, conmigo tumbado boca arriba en la cama, cuando le dije que me corría se la sacó de la boca, la dejó caer sobre mi vientre, y siguió lamiéndola por debajo, principalmente por la zona del frenillo. Justamente donde más placer se siente en una mamada, y justamente en el momento en el que vas a explotar…

Aquello fue el no va más, porque, aunque parezca increíble creerlo… ¡no me corría! ¡Estaba como suspendido en el tiempo, en esa décima de segundo antes de la eyaculación en la que parece que vas a explotar, pero sin llegar a eyacular! Y esa sensación de máximo placer casi insoportable que nunca había sentido más de medio segundo, ahora se extendía un segundo, y otro, y otro… ¡Y seguía “in crescendo”! Parecía imposible, pero, estando con esa sensación de que parece que vas a explotar, ¡la sensación todavía fue en aumento! ¡Y más! ¡Y más!

De verdad que no sé cómo describirlo, creía derretirme, creía que no podía soportarlo, aunque parezca una contradicción parecía increíble soportar tal extremo de placer ¡y que encima fuera a más! Me agarraba a las sábanas, retorcía todo mi cuerpo pero con mucho cuidado de no mover mi polla de esa boca que me estaba dando lo que nunca había creído que fuera capaz de sentir… Lo siento, pero para quien no lo haya vivido, creo que es imposible entender el extremo de intensísimo e indescriptible placer que sentía en aquellos momentos.

Finalmente, llegó. No sé el tiempo que permanecí al borde de la eyaculación con un placer insoportable que cada vez aumentaba más, antes de correrme. Puede que fuera un minuto o dos, o quizás sólo 30 segundos… No lo sé, en esos momentos pierdes la noción del tiempo, pero frente a las décimas de segundo que dura esa sensación normalmente, yo lo viví como una verdadera eternidad. Una eternidad en la que creo que experimenté el mayor placer que puede experimentar el ser humano; de hecho, nunca creí que existiera ese nivel de placer físico. Y, desgraciadamente, nunca he vuelto a experimentarlo.

Sí, me corrí. Me corrí y me corrí, disfruté corriéndome como nunca, liberando la extrema tensión que había llegado a acumular durante aquella mamada interminable. No sé qué pasó a continuación, no sé nada más, no recuerdo más de aquel día supremo, sólo sé que al final me corrí, después de haberme parecido que me torturaban con un placer extremo sin dejar que me corriera… ¿Parece contradictorio? Bueno, si pensáis en el instante inmediatamente anterior al orgasmo extendiéndose tiempo y tiempo, seguro que me entendéis.

¿Qué pasó aquel día? ¿Por qué nunca he sido capaz de repetirlo, ni con ella ni con otras mujeres? Realmente no lo sé, aunque creo que hubo muchos factores que se combinaron de una forma única, que debe darse pocas veces. Por una parte, y eso es algo fundamental, contaba con una mujer con una habilidad especial para hacer mamadas; y con esa habilidad especial no me refiero al hecho de darte máximo placer, sino a dosificarlo inconscientemente de la forma justa. Una mayor intensidad en el lameteo, una ayuda de la mano o simplemente una cadencia diferente, probablemente me habría hecho correrme más rápidamente, en un tiempo “razonable”, como suele pasarme habitualmente con las mamadas, sin alcanzar tales extremos de tensión pre-orgásmica. Y, por supuesto, ayudó mucho el hecho de no combinar la mamada con movimientos de su mano. No digo que sea malo, de hecho me gusta, es más excitante que te la chupen mientras te la menean un poquito (ojo, un poquito; que hay algunas que más que chuparla, lo que parece es que te hacen una paja mientras ponen la boca en la punta, y eso tampoco es), pero el movimiento de la mano eleva mucho más rápidamente que la simple boca el nivel de excitación. He probado varias veces después de aquello, por mi cuenta, a masturbarme imitando una lengua en mi capullo y nada más, sin meneármela (echadle imaginación y mucha lubricación; no es lo mismo, pero…), y sí he conseguido llegar a acercarme, aunque muy de lejos, a lo que pasó aquel día: un incremento muy gradual del placer, y unos instantes previos al orgasmo que se alargan y se elevan de intensidad muy por encima de lo que es habitual (hay que hacer verdaderos esfuerzos por no ponerte a meneártela para acabar de una vez); ésa es la clave, sin duda. Pero estos sucedáneos nunca me han acercado, ni de lejos, al placer que sentí en aquella ocasión con una boca de mujer de verdad. Y, por supuesto, nunca he vuelto a encontrar a ninguna con la paciencia necesaria como para estar chupándomela durante el tiempo preciso para repetir aquella experiencia; y es que correrse sin la ayuda de la mano requiere mucha dedicación y mucho, mucho tiempo.

De todas formas, ya digo que, aunque creo que ésta es la clave, no es el único factor. Esta chica me la comió más veces, también sin movimientos de mano (creo), y me corría en la tercera parte del tiempo y sin llegar a aquellos niveles. Aquel día sucedió algo especial. Y, lamentablemente, no ha vuelto a repetirse nunca. Pero lo guardo en mi mente como un verdadero tesoro. ¿No harías vosotros lo mismo?