22 de enero de 2010

Sin bragas y a lo loco

La excitación y el morbo a veces necesitan muy poco para empezar a crecer de forma imparable. En el caso que os voy a contar, bastaron tres palabras: “No llevo bragas”. El resto ya vino solo…
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Hasta ese momento, todo había sido normal. Habíamos salido a tomar algo y dar una vuelta, y aunque daba por hecho que la noche terminaría en la cama, me pilló totalmente por sorpresa lo que me soltaste de sopetón al salir del bar: "No llevo bragas".

Me lo dijiste así, en voz baja y de repente, mientras se dibujaba una sonrisa traviesa en tu cara. Llevabas minifalda, hacía horas que estábamos juntos por la calle... ¡y yo sin enterarme de que ibas sin bragas!

Me imagino que debí poner cara de gilipollas estupefacto mientras la polla empezaba a saltarme bajo el pantalón sólo del morbo que me daba la idea de que fueras con el coño al aire debajo de esa breve minifalda. "No jodas... ¿Desde cuándo? ¿Has ido así todo el tiempo?" "Sí, llevo todo el día sin bragas, preparada para ti. Lo tengo mojado". Desde luego, las mujeres sabéis derretirnos cuando queréis... la polla ya no sabía dónde meterla...

Da igual que desde el principio no fuera ninguna sorpresa que cuando volviéramos a casa íbamos a echar un polvo. Da igual que no se tratase de un ligue inesperado y que el sexo entre nosotros fuese algo habitual. Da igual que, analizado con frialdad, el polvo que íbamos a echar pudiera considerarse casi rutinario en nuestra relación. Todo eso da igual cuando te pillan por sorpresa, cuando te encuentras con algo inesperado, y cuando de repente el morbo se convierte en el dueño de la situación. Ella estaba ahí, a un palmo de mí, en medio de la calle, provocándome, y de repente me moría de ganas de levantarle esa falda y de hundir mi cara en la caliente humedad de su coño. Joder, qué simples somos a veces... Y qué bueno que lo seamos...

"Me la has puesto tiesa. Eres una guarra" le dije, siguiéndole el juego. Ella estaba desmadrada: "Sí, una guarra que está deseando que la folles. ¿Te gustaría meterme los dedos para ver lo chorreante que estoy? Lo tengo aquí mismo, al aire". “Joder, guarra, me estás poniendo a cien, como sigas así no voy a poder ni dar un paso… Me va a reventar el pantalón”. “Hummmmm, me encantaría metérmela en la boca así, toda tiesa y dura… Cómo me gustaría comérmela…”. Yo me sentía como si todo a mi alrededor se desvaneciera poco a poco… ya prácticamente no sabía dónde estaba ni qué hacía, sólo estaba concentrado en ella, en sus palabras susurradas con tono provocativo, en la erección que me apretaba los vaqueros, y en las imágenes de coños inundados de jugos que saturaban mi mente. Estaba empezando a aislarme de todo para vivir suspendido en una fantasía anticipada. No tenía sentido seguir allí: “Vámonos a casa, que te vas a enterar”. “¿Ah, sí? ¿Y qué me vas a hacer?”. “Lo que te mereces, guarra”.

Pero ella no paraba: “¿Me lo vas a comer? Está jugosito, y le encantaría sentir tu lengua recorriéndolo”. Desde luego, parecía que no me iba a dejar llegar a casa sin que media ciudad se diera cuenta de que iba empalmado… De no haber llevado pantalones vaqueros, habría ido abriéndome paso por la calle como si enarbolara un ariete.

La cogí por la cintura, bien pegada a mí mientras caminábamos. “Quiero tocártelo”, le dije mientras bajaba la mano hacia su culo por encima de la falda. “¡Quieto!”, exclamó retirándome la mano, no sin antes haber conseguido agarrarle una de sus nalgas por encima del tejido, notándola excitantemente suelta y libre por debajo. Joder, qué ganas tenía de llegar a casa para metérsela…

Llegamos al coche, y en cuanto entramos, me abalancé sobre ella. La besé con pasión y le sobé las tetas por encima de la camisa, para enseguida bajar la mano entre sus piernas. Se había puesto medias de esas que terminan a un palmo de las ingles, y allí encontré su carne desnuda, mientras ella apretaba rápidamente las piernas para impedirme el paso más arriba a la vez que cogía mi mano para que no pudiera seguir subiendo. Mi mano quedó entre sus muslos, a apenas unos centímetros de su coño, donde ya sentía todo el calor que emanaba de su sexo. “¡Estate quieto, que nos van a ver!”. Tenía razón, estábamos aparcados en medio de la calle y, aunque no había demasiados peatones a esa hora, podíamos dar el espectáculo. “Vamos a casa, y allí me tocas todo lo que quieras”, me dijo. Asentí y arranqué deseando tener ya su cuerpo desnudo entre mis brazos sobre la cama.

Decidí no callejear y tomar una de las vías rápidas que cruzan la ciudad, no sólo para llegar antes, sino para escapar cuanto antes de las miradas de posibles peatones curiosos. “Quítate el sujetador”, le dije en cuanto no hubo peatones a la vista. “¿Pero estás loco? Me van a ver desde los otros coches”. “Cada uno va a lo suyo, nadie mira dentro del coche de al lado; no se darán cuenta, y además no te conocen”. “Eres un pervertido”, respondió, mientras comenzaba a desabrochárselo para después sacárselo por las mangas como sólo las mujeres saben hacerlo. “Abre las piernas”, le dije. Inmediatamente, metí la mano hasta su coño, para llevarme la segunda gran sorpresa de la noche: “¡Joder, te lo has pelado!”. “¿No te gusta?” “¡Me encanta, guarra! Eres una guarra…” repetí mientras mis dedos se movían ansiosos entre sus suaves labios empapados de jugos. No había mentido cuando me había dicho que estaba chorreando: sentía los dedos inmersos en una ardiente masa de suave carne empapada del más delicioso néctar que puede existir… Tenía que coger el volante con las dos manos, no podía seguir así más tiempo, así que saqué la mano de su entrepierna y me la llevé a la boca para saborearla con fruición antes de llevarla al volante de nuevo. “¡Eres un guarro!”, me dijo esta vez ella con una sonrisa. No lo puedo evitar: me encanta el sabor a coño.

El siguiente asalto fue a sus tetas. En cuanto el tráfico me lo permitió, solté de nuevo mi mano derecha del volante para meterla por su escote hasta agarrarle un pecho. “¡Estate quieto!”, exclamó, mientras mi mano le sobaba la teta con ansias, agarrándola entera, manoseándola y pellizcándole el pezón, lleno de ansias reprimidas. La saqué tras unos segundos para poder seguir conduciendo, pero cada vez necesitaba más. Estaba salidísimo.

Súbete la falda”, le dije, “quiero verte el coño”. Lo hizo y pude contemplar su pubis rasurado, brillante de los jugos que rezumaba y que yo había extendido por todo su exterior poco antes. “Joder, pero qué guarra eres”, le dije, todavía asombrado por contemplar completamente libre de vello ese coño que tan acostumbrado estaba a ver todo peludo. “Soy una guarra para ti, porque sé que te gusta”, me respondió de nuevo con voz traviesa, siguiendo el juego de provocación que ella misma había empezado. ¿Desde cuándo habría planeado todo esto? Había salido de casa ya sin bragas y con el coño pelado. ¡Y yo había estado medio día con ella por la calle completamente ignorante de esto! La verdad es que no sabría decir cómo me gustan más los coños, si con pelo o sin pelo. Me gustan de las dos formas, me encantan sean como sean. Pero en el sexo lo que realmente me excita es la sorpresa, el cambio, lo inesperado. Y encontrarme su coño pelado cuando no lo esperaba fue como un pequeño shock que elevó el morbo de la situación aún más por encima del nivel que ya había alcanzado.

Joderrrr, puta, estoy deseando metértela hasta los huevos”, exclamé a la vista de su coño reluciente de jugos, con mi polla a punto de explotar. “Hummmmm, y yo estoy deseando que lo hagas”, me respondió llevando su mano a mi polla y empezando a abrirme la bragueta. Su mano entró en mis pantalones y se abrió paso a través de mis calzoncillos para sacar mi polla al exterior y empezar a menearla con suavidad. Yo estaba que no podía más, el morbo de la situación y la tensión sexual acumulada me tenían al borde de la eyaculación prácticamente sin necesidad de tocarme.

Quiero verte las tetas. Sácatelas”, le dije mientras de nuevo mi mano derecha asaltaba su escote para agarrarle la que me quedaba más a mano. Sin esperar la reacción por su parte, intenté sin éxito sacarle la teta por encima de la camisa. “¡Para, bruto, que me vas a romper los botones!”. “¡Desabróchatela!”, grité, ansioso por verle esas preciosas tetas que siempre me habían gustado tanto, ligeramente grandes y tremendamente firmes, con unos pezones sedosos que crecían hasta convertirse en auténticos estiletes de carne. Cómo me gustaba sentir esos pezones erectos en mi boca, sobre mi lengua, chuparlos y mordisquearlos, y notar cómo su tremenda longitud llenaba mi boca rozando mi paladar… Me encantan estos pezones que se ponen tan largos al excitarlos…

Ella seguía manoseando mi capullo con suavidad, mientras con la otra mano empezó a soltarse poco a poco los botones de la camisa. “Espérate a que no haya coches cerca”, me dijo, mientras se desabrochaba pero cuidando de mantener la camisa cerrada. “Ahora, enséñamelas”, le dije en cuanto rebasé al único coche que circulaba por el carril de al lado. Ella se abrió la camisa y me mostró sus magníficas tetas, con sus pezones ya parcialmente erectos, para volver a cerrarla a los pocos segundos. “Joder, no te la cierres”. “Ya las verás tranquilamente en casa, que voy dando el espectáculo”. “¡Joder!”, grité de frustración mientras metía de nuevo la mano entre sus piernas hasta su coño, para compensar.

Para, para, que vas a hacer que me corra”, dijo al notar que mis dedos se movían sin parar en su sexo lleno de jugos. Me retiró la mano mientras decía “Ahora me toca a mí”. Entonces empezó a inclinarse hacia mí, en lo que yo viví como un movimiento a cámara lenta, anticipando lo que iba a suceder… Efectivamente, bajó hasta meterse mi polla en su boca, y empezó a chuparla, a lamerla, a beber mis propios jugos que ya rezumaban por la excitación. “Joder tía, que voy conduciendo”, exclamé intentando mantener la atención en la carretera. “Tú a lo tuyo, déjame a mí”, respondió con la boca llena. Aquello no podía continuar, como no llegásemos pronto a casa yo iba a estallar. Afortunadamente, se retiró al poco tiempo. “Tía, me tienes a cien… como sigas así me voy a correr…”. “Me encanta verte así”, dijo ella con una sonrisa.

Estábamos llegando a nuestro barrio, y dejé la circunvalación para volver a callejear de nuevo. Ella volvió a abrocharse la camisa pese a mis protestas: “No me apetece que me vean los vecinos con las tetas al aire”, respondió con razón. “Vale, pero la falda te la dejas subida, quiero verte el coño. A esa altura no te ve nadie.” Accedió, mientras volvía a coger disimuladamente mi polla, que seguía asomando por mi bragueta. Yo echaba la mano a su coño también de vez en cuando, cada vez que me lo permitían los giros que tenía que ir dando para torcer en las esquinas, camino de su casa.

Mientras buscaba dónde aparcar, ella se bajó la falda y yo me guardé la polla como pude dentro del pantalón; ahora sí podía vernos cualquier persona que pasase por la acera, y tan cerca de casa podría ser incluso algún conocido; la situación podría ser un poco ridícula. Aparqué y bajamos del coche. Me acerqué a ella y la besé con pasión mientras volvía a cogerla por la cintura. Ella me devolvió el beso con las mismas ganas y empezamos a caminar hacia el portal, mientras mi mano bajaba una y otra vez hasta su culo, y ella cada vez me la cogía para obligarla a subir de nuevo hasta sus caderas.

Entramos al portal y, mientras esperábamos al ascensor, me puse a magrearla de nuevo sin ningún pudor: una mano se metía hasta su culo por debajo de su falda mientras la otra se metía entre los botones de su camisa para llegar a su teta. “¡Quieto! ¡Espérate un poco! ¿Y si baja alguien en el ascensor?”. Yo seguí sin hacer caso hasta que el ascensor llegó, momento en el que me retiré rápidamente y ambos intentamos recomponernos en cuestión de segundos por si descendía alguien del interior. Estaba vacío, y, como os podéis imaginar, en cuanto entramos dentro volví a la carga, esta vez con furia renovada: me bajé la cremallera, saqué mi polla y le asalté el culo por debajo de la falda en busca de la entrada a su coño desde atrás, mientras la aplastaba contra la pared del ascensor. Ella pedía entre gemidos ahogados que parara, que ya valía, que esperase un minuto hasta llegar a casa…

No llegué a metérsela, no conseguí más que frotarla a la entrada de su coño y contra la raja de su culo, cuando el ascensor se paró y ella se quedó con la falda levantada, con el culo y el coño al aire, y yo con la polla fuera del pantalón apuntando al frente. Ella se bajó la falda rápidamente mientras yo volvía a metérmela doblándome por la cintura para intentar introducir su gorda rigidez a través de la minúscula abertura de la bragueta. Hay que ver qué pequeña parece cuando tienes que meter o sacar una polla tiesa…

Tuvimos suerte de no cruzarnos con nadie en el descansillo mientras salíamos del ascensor y esperaba a que ella abriera la puerta. Cualquiera que nos hubiera visto en aquel momento seguro que habría intuido lo que estaba pasando: ella con sus tetas ondulando libres debajo de la camisa, yo con ese bulto tremendo en mi bragueta, ambos nerviosos y con los colores subidos…

No esperé ni a llegar a la cama: en cuanto se abrió la puerta le arranqué la falda hacia abajo de un tirón (tras una breve pausa para bajarle la cremallera al ver que con el primer tirón no salía), y mientras ella después escapaba corriendo hacia el dormitorio yo fui despojándome de la ropa por el camino, dejando el suelo sembrado de prendas tiradas, como en las películas. Cuando llegué a la habitación, ella ya me esperaba desnuda e insinuante tirada en la cama, con sus pezones erectos y su coño depilado. Lo que vino después fue una sesión de sexo inolvidable, por el tremendo grado de excitación que los dos habíamos acumulado desde que me dijo en medio de la calle que iba sin bragas. Hay que ver lo cachondo que puede ponerte, el morbo que puede dar, una sorpresa como ésta.

5 comentarios:

  1. Explendido...encantador, excitante, divertido..me ha encantado, sigue delitandonos con tus relatos...es todo un placer, seguirte...un dulce beso...Esencia

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  2. Muchas gracias Esencia, me alegro de que te guste, y anima ver que al menos te sigue alguien :-)

    Un beso

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  3. Me ha encantado!! Genial!!
    Besos. Anna

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  4. Muy buen relato! Cada vez más excitante, vas haciendo que el lector se sienta como el protagonista y visualice perfectamente las situaciones. Me alegro de haber encontrado este blog. Si admites relatos eróticos con tintes pornográficos autobiográficos, yo te puedo mandar un par de ellos.

    Un saludo

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  5. Sí, esa era la idea del blog, publicar los míos y también los que me queráis enviar los lectores. Os animo a todos a hacerlo, siempre que entren en las categorías del blog: vuestras experiencias reales o vuestras fantasías.
    ¡Y gracias por tus comentarios!

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