9 de enero de 2010

Anticipando el reencuentro

Los reencuentros con antiguos amores dan mucho juego. Ésta es una fantasía anticipando un próximo reencuentro; una fantasía con una persona real anticipando un encuentro real.
Ver/ocultar resto de la entrada

Hace tiempo que no nos vemos. Hace años, tuvimos una relación que finalmente terminó, pero seguimos siendo amigos. Juntos descubrimos el sexo, y lo exploramos en toda su profundidad. Hicimos de todo, y lo cierto es que lo hicimos muy bien. Bueno, en realidad no siempre fue así: supongo que, como le pasa a casi todo el mundo, los comienzos fueron desastrosos, pero rápidamente nos pusimos las pilas y nos convertimos en amantes expertos y, sobre todo, abiertos a todo. Nos encantaba disfrutar del sexo, explorar y experimentar, jugar y gozar de todas las formas posibles. Fuimos exploradores del sexo, y gozábamos enormemente con ello. Nos iba el morbo y no teníamos pudor a confesarnos nuestras apetencias y deseos. No teníamos más límites que los que nosotros mismos decidíamos imponernos, y no eran muchos. Vivimos momentos muy buenos. Y, aunque al final aquello acabó, algo nos quedó dentro para siempre.

Han pasado bastantes años, pero no hemos perdido el contacto. De vez en cuando nos escribimos, y, muy esporádicamente, hasta nos reencontramos. Y en el reencuentro siempre hay una cama de por medio. Han sido encuentros breves y esporádicos, una sola noche aislada dentro de periodos de varios años. Pero siempre mantenemos el deseo de repetirlo. Nunca sabemos cuándo volveremos a hacerlo, pero seguimos sin perder la esperanza de tener un próximo reencuentro. Nos separan muchas cosas, pero seguimos con la ilusión de que de repente un día podamos forzar esas barreras para repetir una sesión de sexo y cariño a partes iguales, de reencontrarnos a la vez que se reencuentran nuestros cuerpos.

Y cuando por fin se dan las circunstancias para tener uno de esos reencuentros, esos breves momentos, apenas ese día que compartimos juntos, lo estiramos al máximo en nuestras mentes para disfrutarlo durante semanas. Lo gozamos antes, durante y después de tener lugar. Desde el mismo momento en que empezamos a planear vernos, los dos comenzamos a tener fantasías sobre lo que haremos cuando llegue el momento. Yo las tengo, y tú una vez me confesaste que también. A menudo, las cosas siempre terminan por salir de forma muy diferente a como las planeamos en nuestra imaginación y lo sabemos, pero eso no importa, es genial anticiparse al goce de una sesión de sexo imaginando los placeres que nos esperan. Igualmente, tras la despedida, pasamos semanas rememorando aquellos momentos de pasión que compartimos juntos. Es apenas un día, sí, pero lo revivimos intensamente durante mucho tiempo.

Suelo tener varias fantasías previas a cada reencuentro. A veces lo imagino de una forma, y a veces de otra; unas veces recreo en mi imaginación lo que pienso que vamos a hacer de verdad, y otras veces simplemente me invento historias que sé que no van a suceder. Da lo mismo: lo importante es pensar en ti, en imaginar tu cuerpo desnudo y sentir en mi imaginación nuestros cuerpos entrelazados anhelando que llegue el momento de hacerlo realidad. Es algo que, durante días, no puedo quitarme de la cabeza, y que me asalta en los momentos más insospechados: antes de dormirme, en un momento de calma en el trabajo, circulando en coche o mientras espero mi turno en alguna cola. Algunas de esas fantasías las tengo solo una vez, mientras que otras son recurrentes; da lo mismo, todas las disfruto. Voy a contarte aquí una de las fantasías que tuve antes de nuestro último encuentro. La tuve y la escribí hace mucho tiempo; hoy, al releerla, me parece algo torpe, no en su fondo, sino en cómo está escrita. Hoy lo expresaría de otra forma, pero eso es lo de menos. Fue la única vez que compartimos esta fantasía antes del encuentro, ¿te acuerdas? Te la envié por correo antes de vernos. Ahora, mucho tiempo después, la reproduzco aquí tal como la escribí en su momento:

Voy a verte. Lo hemos hablado, y los dos estamos deseosos de vernos y de hacer el amor, de la forma más morbosa y excitante que se nos pueda ocurrir. Los dos estamos ansiosos, y no pensamos más que en el momento de vernos, de desnudarnos y de recorrer nuestros cuerpos con nuestras manos y nuestras lenguas, de sentirnos uno pegado al otro, de frotarnos y de gozar durante horas del sexo sin límites.

Los dos sabemos lo que va a pasar, y nos excita sólo el pensar en ello. Pero hoy no quiero ir directamente a tu casa: quedaré contigo en alguna cafetería o un bar de copas. Quedaremos en un sitio elegido por ti, por el centro. Tú llevarás tu coche para volver después a tu casa, y te pido que te pongas ropa sexy. Lo dejo a tu elección. No se trata de que parezcas una puta, por supuesto, pero sí que te pongas algo lo más excitante posible dentro de lo normal, algo que, a ser posible, haga que la gente se fije en ti por la calle, algo que resalte tu cuerpo, tus pechos, todas tus curvas... Un vestido ajustado, o una minifalda ceñida, con alguna camiseta, camisa, blusa o lo que sea también ajustado... o pantalones ajustados también, y de tela fina, a ser posible, no vaqueros, para que marquen más tu precioso cuerpo. En fin, decides tú...

Son sobre las 8 de la tarde, y ya estoy en el bar de copas que me has indicado. Te espero tomando una copa y algo nervioso por la excitación de pensar en lo que vamos a hacer, y porque sé que tú vendrás igual de excitada pensando lo mismo. Al cabo de un rato te veo entrar por la puerta, me buscas, y al verme ahí al fondo, en una mesa, sonríes. Estás preciosa, y no puedo evitar sentir que empieza a engordarme poco a poco. Llevas un vestido bastante veraniego, corto, que marca bien todas tus curvas: tus pechos, tu cintura, tus caderas... no veo tu culo porque vienes de frente a mí, pero lo imagino pequeñito, redondo y firme, como siempre. Contemplo extasiado tus piernas desnudas y tus brazos también expuestos por ese vestido sin mangas... Dios, cómo puedes gustarme tanto...

Llegas a mí y te inclinas suavemente mientras yo me levanto un poco, para darme un beso en los labios. Te acercas como a cámara lenta, o eso me parece a mí, acercando tu boca a la mía con lentitud, y con muchísima suavidad posas tus labios sobre los míos, con las bocas de ambos muy levemente entreabiertas; me das un beso suave, flojito, con los labios relajados, mientras los dos decimos muy bajito... “Hola”.

Te sientas frente a mi y sonríes, y yo también. Estoy deseando abrazarte y besarte apasionadamente, pero allí no podemos, y creo que esa espera forzada me excita aún más. Pides algo para beber y empezamos a hablar... pero en nuestras mentes sólo hay un tema, lo que vamos a hacer después, y nuestra conversación es torpe y como entrecortada. Ya habrá tiempo de hablar de otras cosas, ahora no queremos estropear el momento, no queremos distraer nuestras mentes de lo que vamos a hacer, queremos empezar a saborearlo desde ese mismo momento. Así que apenas hablamos, sólo pensamos en nosotros anticipando el momento de sumergirnos de lleno en el sexo, y lo que decimos lo decimos bajito, casi en susurros, mientras nos miramos a los ojos con miradas llenas de deseo. Aunque no hablamos directamente del sexo, es algo que está en el aire: yo te digo lo guapa que estás, lo mucho que me gustas y lo mucho que me excita ver la curva de tus pechos bajo el vestido. Te digo que me encantaría poder contemplarte desnuda allí, en ese mismo momento, ahí sentada... Tú sonríes, y me respondes algo siguiendo el juego. Los dos estamos disfrutando. Ambos estamos intentando poner al otro lo más excitado posible, lo más ansioso posible, antes de marcharnos a casa para hacer realidad todas nuestras fantasías.

Pero para antes de irnos he planeado un pequeño juego, para excitarte a ti y excitarme yo al mismo tiempo, y no te puedes negar. Tranquila, no será nada extremo ni nada de lo que te arrepientas, pero tienes que hacer lo que te diga, ¿de acuerdo? Luego, si quieres, te tocará a ti, y podrás pedirme lo que sea, también con los límites lógicos...

Accedes, aunque te pone nerviosa pensar qué habré inventado, pero a la vez la idea te excita, te da morbo. No es gran cosa, pero sé que lo vas a pasar bien y mal a la vez. Ya no puedes echarte atrás, te has comprometido a hacerlo: te pido que vayas al servicio, y que allí te quites el sujetador y las bragas, y que vuelvas sin nada en absoluto debajo de ese vestido que marca tanto tu cuerpo. Intentas resistirte, te da vergüenza pensar que alguien pueda darse cuenta, sabes que se va a notar que no llevas sujetador, aunque lo de las bragas sea más disimulado... pero ése es el juego, y los dos hemos decidido que hoy no hay apenas límites para el sexo, y te has comprometido a hacerlo... al fin y al cabo, qué coño... nadie te conoce... pues que lo noten...

Hay otro pequeño detalle... Si llevaras bolso, sería fácil, sólo tendrías que meter el sujetador y las bragas en él... pero si no, tendrás que guardarlos bien apretados en tu mano y traérmelos, dármelos a mí para que yo los guarde. Y hoy, fiel a tu estilo, has venido sin bolso. Te mueres de vergüenza de pensar que la gente te vea salir del baño con tu ropa interior en la mano, sabes que por mucho que lo intentes no podrás ocultarlo del todo, especialmente los aros del sujetador... pero no cedo: tienes que hacerlo, no hay concesiones.

Te veo levantarte hacia el cuarto de baño. Te observo alejarte mientras empiezo a notar la humedad que rezuma mi glande por la excitación que estoy sintiendo. No sé qué voy a hacer si me tengo que levantar en algún momento, cualquiera que me mire verá que tengo una erección como una casa. Pero entretanto disfruto viéndote ir hacia el cuarto de baño, e imagino tu cuerpo caminando desnudo debajo de ese tenue vestido.

Al rato vuelves. Caminas deprisa, con la vista ligeramente agachada y mirando como de reojo para ver si te mira alguien. De tu mano apretada se ven asomar algunos encajes negros. No creo que nadie se haya dado cuenta, la gente está a lo suyo y el local tampoco está muy iluminado, pero tú sientes como si todas las miradas estuvieran clavadas en ti y se te hace eterno el camino hasta la mesa. Yo, en cambio, lo estoy disfrutando. Te veo acercarte y contemplo tu cuerpo desnudo bajo el vestido, con tus pechos libres ondulando ligeramente a cada paso, maravillosos, e incluso el vello de tu monte de Venus se adivina levemente contra la tela del ajustado vestido. Me muero de ganas de besarte, y cuando te sientas y me pasas tu mano cerrada con tu ropa interior para que yo la guarde en mi bolsillo, me inclino hacia ti y te beso... lentamente, con suavidad, pero introduciendo levemente mi lengua en tu boca tras los primeros instantes. Tú respondes con la tuya, y nos fundimos en un beso apasionado, aunque algo reprimido por la situación y el lugar.

Cuando nos separamos, tú respiras agitadamente. Veo tu pecho subir y bajar, noto tus maravillosos pechos, erguidos y redonditos, suaves, duros y cálidos, moverse bajo el vestido, mientras, supongo que por la excitación y por el roce con la tela, tus pezones comienzan a marcarse a través del tejido.

Entre tanto, guardo en mi bolsillo tus braguitas y sujetador. Disimuladamente (creo que nadie ha visto nada), veo que te has puesto la ropa interior más sexy que tenías, negra y muy excitante... no pensabas que te iba a durar tan poco... Pero es igual, me halaga ver que te lo habías puesto especialmente para mí. Estoy excitadísimo, y me parece que tú también. De hecho, creo que te sientes turbada y excitada al mismo tiempo, te sientes incómoda, te sientes desnuda y como si todos los ojos del local estuvieran fijos en ti, pero a la vez te excita, te da morbo...

Y me encanta, es lo que quiero. Que te sientas desnuda, que seas consciente de tu propio cuerpo desnudo, cubierto sólo por una fina tela, ahí, en la calle, a la vista de todos. Aunque no sea cierto, quiero que te sientas un poco exhibicionista, quiero que te sientas desnuda, aunque en realidad sólo yo sepa que, debajo de esa tenue tela, lo estás en realidad.

Mi juego ha terminado, ya podemos irnos, pero tú no dejas que esto quede así, por supuesto... me estabas esperando con la venganza, y me ordenas hacer lo mismo, quitarme los calzoncillos y entregártelos a ti. Te acabo de comentar que tengo una erección enorme, y quieres que pase por la humillación y el morbo de pasearme de ida y vuelta al servicio con mi erección a la vista de todos, sobre todo a la vuelta, ya sin calzoncillos que puedan hacer algo por ocultarla, y sintiéndome yo por dentro tan desnudo como ahora te sientes tú.

Lo hago. Recorro el camino avergonzando, rogando que nadie me mire, pero en el fondo, por debajo del mal trago, disfruto con la situación, con el morbo que hemos creado entre los dos. Todo da igual, nadie me conoce, y hoy el protagonista es el sexo, lo demás no importa.

Vuelvo con mis calzoncillos en la mano, apretados en mi puño. Intento andar con normalidad a pesar de mi tremenda erección para no llamar la atención, y al llegar a ti abro ligeramente la mano para que los veas. Sonríes, y me dices que me los guarde en el bolsillo, tú no tienes dónde hacerlo. Te levantas y nos vamos.

Mientras andamos por la calle hacia el coche, apenas hablamos. Y lo poco que nos decimos, lo seguimos haciendo casi en susurros, casi al oído el uno del otro. En estos momentos, lo único que se nos ocurre decirnos es lo excitados que estamos y las ganas que tenemos de revolcarnos en cuanto lleguemos a casa. Yo te miro andar, siento mi erección y miro tu cuerpo, miro tus pechos cuyos pezones ya parece que quieren atravesar la tela del vestido. Observo que la gente mira tus pechos mientras andamos por la calle hacia el coche, los hombres que nos cruzamos no pueden evitar clavar la vista en tus preciosos pechos y tus pezones, maravillosamente libres y erguidos a la vez, ondulantes mientras andas. Y yo, además, sé que tampoco llevas bragas.

Llegamos al coche. Te acomodas en el asiento del conductor y al sentarte se te sube el vestido. Me muero de ganas de tocarte el muslo, de acariciar tu pierna desnuda, pero no lo hago: hasta ahora no hemos tenido contacto físico a excepción de los besos, y quiero retrasar el momento, quiero que ambos lleguemos a anhelar esa primera mano del otro sobre nuestro cuerpo. Pero sí te pido que te levantes ligeramente el vestido. Allí, en el coche, antes de arrancar. Quiero que tires poco a poco de sus extremos hasta dejar entrever el comienzo de tu sexo. Protestas, dices que nos puede ver alguien, pero no cedo... y finalmente, cuando ves que no hay nadie cerca del coche, lo haces. “No lo bajes hasta que te dé permiso”, te digo... y contemplo de refilón, justo asomando por el borde del vestido, la cara interna de tus muslos y la mata de tu vello púbico. “Abre ligeramente las piernas”. Lo haces, y mi erección parece que va a reventar mi pantalón. Pero ya está bien, veo que alguien se acerca a lo lejos, y te dejo bajarte el vestido. Arrancas y nos vamos de allí.

Me muero de ganas de comértelo. Mientras vamos hacia tu casa, te cuento las ganas que tengo de hundir toda mi cara entre tus muslos, de empaparme con tus jugos, de aspirar tu aroma y embriagarme con ese maravilloso sabor… de jugar con mi lengua y llenarme la boca con tus labios y tu clítoris para hacer que te retuerzas de placer. Me encanta hacerlo, me encanta chuparte toda, y me encanta verte disfrutar, oírte gemir, y sentir tu olor y tu sabor... Te digo y a la vez imagino todo esto mientras vamos hacia tu casa y mientras te contemplo ahí, a mi lado, vestida pero casi al borde de la desnudez... Estoy a cien, y creo que tú también.

Llegamos y aparcas. De repente, tras parar el coche, te giras hacia mí y, rápidamente y sin mediar palabra, te pones a besarme con toda el alma, con pasión, me coges la cabeza mientras tu lengua se introduce completamente en mi boca y pareces querer comerme entero. Me encanta, siempre me ha entusiasmado tu forma de besar, y te respondo con el mismo ímpetu, mientras con mis manos acaricio tu pelo, tus hombros y tu espalda, con nuestras lenguas entrelazadas y nuestras bocas abiertas hasta no poder más.

Finalmente, nos separamos, excitadísimos, con la respiración agitada... “Quiero que me folles”, me dices; no puedes imaginarte cuánto lo deseo... “Vamos”, te respondo, y salimos del coche.

Mientras subimos las escaleras, yo detrás de ti, contemplo cómo se marcan a través del vestido tus nalgas, casi delante de mi cara... No puedo evitarlo, y te agarro con mis brazos por la cintura mientras hundo mi cara entre ellas, restriego mi cara contra tu culo, por encima del vestido, pero notándolo libre a su través, notando su calidez en mis ojos, mi boca y mi nariz. Te giras y me sonríes, pero me apresuras, “¡vamos, venga!”. Pero en cuanto llegamos a tu casa y cierras la puerta detrás de ti, no puedo resistirme más: te abrazo fuertemente mientras empiezo a besarte con toda la pasión de la que soy capaz, y tú me respondes con la misma fuerza. Durante un rato nos desahogamos así, besándonos, chupándonos, moviendo nuestras lenguas en la boca del otro, abrazándonos con fuerza, sintiendo nuestros cuerpos pegados desde el pecho hasta las piernas...

Pero aún ninguno de nosotros ha superado una especie de barrera invisible. Como puestos de acuerdo sin decirlo, ninguno ha querido tocar aún las zonas más erógenas del otro. Yo te abrazo, te acaricio la espalda, los brazos, los costados, las caderas... pero no toco tu culo, ni tus pechos... y tú tampoco... es como si quisiéramos retrasar la llegada de ese momento, alargar el comienzo del sexo, para así alargar toda esta maravillosa tarde de sexo y pasión.

Finalmente nos separamos. Los hacemos mientras nos miramos fijamente a los ojos, con la respiración agitada, con nuestro pecho (el tuyo más claramente) moviéndose arriba y abajo. “Desnúdate”, te digo pasados unos segundos, sin separar mis ojos de los tuyos. “Despacio”. “Tú también”, me respondes, “también despacio”. Estamos frente a frente, como a medio metro uno del otro. Tú coges tu vestido por abajo mientras yo empiezo a desabrocharme el pantalón. “Muy despacio, súbelo muy, muy despacio”, te pido. Tú obedeces, y tu vestido empieza a subir con muchísima lentitud. Entretanto, seguimos con la mirada clavada el uno en el otro, mirándonos ahora a los ojos, ahora al cuerpo adorado del otro... al cuerpo, a los ojos, al cuerpo, a los ojos...

Yo me siento torpe quitándome el pantalón, mientras veo cómo tú subes tu vestido y me pareces como una diosa, descubriendo tu cuerpo poco a poco, sólo para mí. Es difícil expresar cómo me siento en una situación así... excitación, gratitud... lo estás haciendo para mí... es maravilloso... y tu cuerpo es tan precioso...

Yo ya me he quitado el pantalón, y tu vestido ha llegado a la altura de tus caderas, dejando todo tu sexo al descubierto. Noto tu excitación en tu mirada y tu respiración, y la mía se observa claramente en mi polla, que ha quedado completamente libre, apuntando hacia el frente, al quitarme el pantalón. Los extremos de mi camisa cuelgan sobre ella mientras empiezo a desabrocharla botón a botón, y mientras tu vestido va subiendo por encima de tu ombligo. Mientras yo termino de desabrochar mi camisa, tú llegas al borde de tus pechos. Ahí el vestido parece engancharse, y mientras sigues tirando de él, tus pechos suben también por un momento, arrastrados por el borde, hasta que finalmente ceden, quedan repentinamente libres y vuelven a caer ligeramente hacia abajo, mostrando tus pezones semierectos, aún no del todo, pero bien marcados, muestra de tu excitación.

Es maravilloso. Terminas de quitarte el vestido y yo mi camisa, los dos estamos ya desnudos y no puedo dejar de mirarte, de contemplarte y de pensar que eres lo más bello que existe en el mundo. Tienes un cuerpo alucinante, increíble, me encanta... Y ahora me lo ofreces todo para mi... es maravilloso, creo que me siento feliz.

“Date la vuelta”, te digo, tras contemplarte extasiado unos segundos. Me obedeces, y veo la belleza de tu espalda, preciosa, terminando en ese culito redondo y apretado que me incita a lanzarme a por él, a apretarlo entre mis manos, a morderlo... Pero me reprimo: aún no...

“¿Puedo volverme ya?”, me preguntas. “Claro”. Quedamos frente a frente de nuevo, y, mirándome primero a los ojos, bajas luego tu mirada hacia mi polla. Extiendes con suavidad tu mano hacia ella, y, elevando la vista de nuevo hacia mí, me preguntas casi con timidez “...¿puedo?...” Asiento con la cabeza y sonriendo ante lo absurdo de la pregunta, y entonces muy despacito te arrodillas frente a mi, y, sin apenas tocarla, te la introduces despacito en la boca. ¡Es imposible describir esta sensación! Esto ya es una mezcla de todo... Placer, gratitud, dulzura, calor... es imposible de describir... la suavidad de tu lengua sobre mi glande, tus labios sobre mi piel, la indescriptible sensación de estar siendo el receptor de un regalo imposible de corresponder... Te miro, entre el placer y el cariño, sintiéndome derretir por dentro, mientras tú chupas con suavidad, despacio, como sin querer lanzarte aún al sexo desenfrenado, sino como si simplemente me hicieras una caricia con tu boca...

Mientras dura, los segundos me parecen eternos, como si se hubiese parado el tiempo y no existiera nada más, pero cuando te retiras me parece que acababas de empezar... Me miras desde abajo y sonríes; yo también sonrío y te ayudo a levantarte para volver a fundirnos en un beso apasionado y a juntar nuestros cuerpos desnudos, uno junto al otro, pegados en toda su extensión...

Pero ya está bien. Llegó el momento del sexo. Ya estamos lo suficientemente excitados, ha llegado el momento de ponernos a buscar los límites del placer.

Me separo de ti y te pido que te tumbes en la cama. Te acuestas boca arriba y te pido que no te muevas salvo para hacer lo que yo te pida. Abre las piernas, todo lo que puedas. Más, tienes que poder un poco más... Eso es, así... Te sientes expuesta, con todo tu sexo abierto, ofreciéndomelo; te da morbo, te sientes “guarra”, y te encanta... y a mí también. Te pones las manos detrás de la cabeza antes de que pueda pedírtelo, parece como si supieras lo que quiero, dejándote así en una actitud aún más vulnerable, y elevando ligeramente con ese movimiento tus pechos erguidos hacia mi... unos pechos que aún no he tocado, y que empiezan a estar deseosos de una mano o una boca sobre ellos.

Me arrodillo entre tus piernas abiertas y me inclino hacia delante para besarte en la boca, levemente. Luego voy bajando con mis labios y mi lengua deslizándose poco a poco por tu cuerpo, bajando por tu cuello, entreteniéndose un poco con el lóbulo de tu oreja para luego empezar a bajar por entre tus pechos, sin tocarlos, hasta llegar a tu cintura. Allí me detengo un poco, jugueteo con mi lengua en tu ombligo mientras con mis manos empiezo a acariciar tus costados, bajando desde tus axilas hacia tus caderas, rozando el borde lateral de tus pechos con mis dedos, deslizando mis manos y mis dedos suavemente sobre tu piel, mientras mi lengua sigue jugando con tu ombligo para finalmente abandonarlo y continuar con su descenso hacia tu sexo.

Pero ahí me detengo, justo al borde de tu vello, y me separo de ti. Ahora con mis manos acaricio tus muslos, deslizándolas suavemente a lo largo de tus piernas hasta llegar a tus pies para una vez allí comenzar a subir de nuevo, esta vez por el interior. Lentamente, acercándome a la cara interior de tus muslos, te voy acariciando con mucha suavidad mientras asciendo hacia tus ingles, parándome de nuevo justo al borde de tu sexo.

Es difícil describir el jugueteo que vendría ahora... Demasiados leves toques, demasiados pellizquitos, demasiadas caricias levísimas e instantáneas para describirlo... Pero se trataría de tus labios, y de tu vagina, de intentar acercarte al borde de la desesperación, al borde de pedir a gritos que por favor, te lo coma o te folle de una vez, o que te lo toque de verdad, pero que basta ya de hacerte sufrir... Porque te haría sufrir, de puro placer... Comenzaría haciéndote notar mi aliento, con mi boca pegada a tu sexo pero sin llegar a tocarlo… un soplidito sobre el clítoris, un soplo de aliento caliente sobre tus labios menores, un levísimo roce como accidental de mis labios con los tuyos, para hacerte sentir que estoy ahí y que aún es mucho más lo que puedo hacerte… un pellizquito con mis dedos mojados en saliva en tus labios exteriores... un suave tironcito de pelo en la zona de los labios interiores y el clítoris... un suave deambular con mi dedo índice por la entrada de la vagina, en leves círculos por su exterior... coger entre mis dedos índice y pulgar, previamente empapados con los jugos que salen cada vez en mayor cantidad de tu sexo, uno de tus labios menores, y deslizarlo lentamente entre ellos... deslizarlos ambos a modo de pinza a lo largo de tus labios... y dar un levísimo toque con la punta de mi lengua sobre tu clítoris, mientras inesperadamente mis manos han subido simultáneamente a rozarte con suma suavidad los pezones...

Me entretendría con este jugueteo sutil, sin llegar tocarte el coño como realmente lo deseas, durante unos minutos. Entonces subiría, mi boca buscaría tus pechos, y mientras mis manos acarician su borde, mientras los acojo en mi palma, notando su firmeza y suavidad, mi lengua iría describiendo círculos de afuera adentro, acercándome a tu pezón... para finalmente llenarme la boca con él, para abandonarme libremente sobre tu pecho y devorarlo, mientras manoseo el otro con mi mano, mientras mi mano pellizca el otro pezón y con mi lengua juego con éste, lo mordisqueo, siento cómo se hincha y se yergue, largo y duro… lo aspiro hacia el interior de mi boca mientras lo rodeo una y otra vez con mi lengua y te oigo gemir levemente, e incluso arquear tu espalda, lo que me pone aún más a cien de lo que ya estoy.

Pero tengo que volver abajo, quiero ponerte al borde del orgasmo antes de follarte de verdad. Y así, vuelvo a contemplar cómo te retuerces y a oír cómo gimes mientras con mis dedos, con las dos manos a la vez, voy manoseando tus labios externos e internos, deslizándolos entre mis dedos; al mismo tiempo, mi lengua está jugando a la entrada de tu vagina, empapada en tus jugos, deliciosa... luego aparto a ambos lados tus labios con mis manos mientras con ambos pulgares voy destapando el clítoris, le retiro su capuchón para dejarlo al descubierto, totalmente expuesto; y entonces le doy un levísimo toque con la punta de la lengua que te hace gritar de placer... y luego otro.. y otro... y otro más, cada vez más seguidos, hasta que te cojo todo el clítoris en mi boca, lo aspiro entre mis labios, evitando los dientes, paso mi lengua por toda su superficie, y tú ya estás gritando y retorciéndote de placer.

Ahora ya hemos rebasado el límite, se acabó el acumular tensión, ahora ya se trata de disfrutar del placer al máximo. Hundo mi cara en tu sexo, trago a sorbos tus líquidos mientras chupo y chupo sin parar, meto mi lengua en tu vagina hasta el fondo, lamo todo lo que cae a mi alcance mientras mis manos colaboran tocando, separando tus labios, introduciendo dedos en tu interior… En un determinado instante, y como sé que te encanta, uno de ellos, completamente lubricado con tus propios jugos, entra también en tu culo.

Estás que no puedes más, pero yo no lo estoy menos, me pone a cien verte excitada así. Casi podría correrme viéndote correrte a ti, con poco más me valdría... Es mi debilidad: no soporto ver a mi pareja gozando de placer, me hace correrme en cuanto me descuido, en cuanto intuyo que ella está a punto de hacerlo también. Es totalmente psicológico, pero poco me excita más que contemplar la excitación que yo mismo estoy provocando.

Llegó el momento, te la voy a meter. Tú quieres chupármela de nuevo antes de que te la meta, no sé si lo haces por mi o si de verdad disfrutas con ello, pero estoy tan excitado que casi prefiero que no lo hagas, aunque me encantaría, y no sabes cómo... Pero no, salvo que te empeñes, ahora quiero follar... aunque no sé... quizás fuera mejor alargarlo, tomarlo con calma... que me la chupes, y así entre tanto calmarte algo tú, para luego volver a intercambiar los papeles de activo y pasivo y así hacerlo durar más y más, disfrutando del sexo por más tiempo, disfrutando al máximo de este placer que estamos dando y recibiendo a raudales...

En fin, decide tú: chúpamela si quieres, pero si lo haces, hazlo a lo bestia, chúpala bien, sin suavidad, sin miramientos; quiero sexo, puro sexo... Así, cómetela, entera, vamos, trágala bien, cógeme los huevos... ohhhh, me encanta... es maravilloso, maravilloso... qué bien la chupas, eres... increíble...

Me correría en tu boca, me encantaría hacerlo... sería alucinante, sentir mi orgasmo mientras tu lengua sigue rodeando mi polla, mientras no paras de chuparla y chuparla aunque yo esté retorciéndome de gusto y sin poder más... No quiero que la muevas con la mano, sólo tu boca, nada más, sólo eso... el placer más increíble...

Pero no, no quiero correrme aún, quiero follarte, quiero disfrutar contigo, hacerte gozar a tope y corrernos juntos, ver tu cara, oír tus gemidos de placer mientras me corro dentro de ti viéndote correrte a ti también.

Así que ven, levanta de la cama y ponte aquí, sobe la mesa. Sí, hazme caso... el culo en el borde, sentada en el borde... ahora túmbate hacia atrás, así... Traigo dos sillas y te hago apoyar los pies sobre los respaldos... así, totalmente abierta, expuesta, toda a mi merced... ¿Se te había relajado el chochito mientras me la chupabas? Pues eso no puede ser: aquí me tienes de nuevo, no pienses que puedes relajarte. Hundo mi cara entre tus piernas y te devoro, te como entera, te disfruto a tope mientras te doy todo el placer de que soy capaz. Me levanto y, rodeando la mesa para acercarme a tu cara, me inclino sobre ti y te beso apasionadamente. Noto el sabor de mi polla en tu boca y eso me excita, me da morbo, y tú notas todo tu sabor en la mía también. Nuestras lenguas se entrelazan, y tras unos instantes me retiro para ahora poner mi polla sobre tus labios. La coges y la chupas con ansia, como si te la fueran a quitar... Y así es, porque llegó el momento, allá vamos. Te la saco de la boca y vuelvo entre tus piernas, de pie entre ellas, delante de ti.

Estás abierta, intensamente abierta, y yo apoyo mi glande a la entrada de tu vagina. Estás húmeda, chorreando, tremendamente excitada; se distinguen gotas de tus jugos acumuladas en la parte inferior de tu vagina, a punto de gotear por tu perineo. Es maravilloso contemplar tu excitación en tu cara, oírla en tus gemidos, y verla en la tremenda humedad de tu sexo. Y entonces, te la meto de una sola vez... no bruscamente, puede que hasta con cierta lentitud, pero sí sin pausa, directa, toda hasta dentro, haciendo que notes cómo se introduce centímetro a centímetro. Entra solita, desliza con una tremenda suavidad mientras siento cómo la rodea el intenso calor de tu sexo; entre tanto, no puedo dejar de observar tu expresión al sentirme dentro, tu boca abierta, tus ojos cerrados... Ha llegado. Estoy dentro de ti. No tengo suficientes manos para tocarte todo el cuerpo como desearía hacerlo... Mientras empiezo a moverme con contundencia dentro y fuera, tú tocas tu clítoris y mis manos se mueven de tus caderas a tus tetas, de tus tetas a tu culo y luego de nuevo a tus caderas para tirar de ti, para empujar con más fuerza, para follarte de verdad.

Dentro y fuera, dentro y fuera, dentro y fuera... te follo sin parar, mientras contemplo el placer en tu cara en forma de expresión casi de sufrimiento y te oigo gemir bajito, como si no tuvieras ni fuerzas para hacerlo de verdad. Entre tanto, te aprieto las tetas entre mis manos con desesperación, pellizco tus pezones y me inclino para cogerlos en mi boca, para llenar mi boca con tus tetas, para disfrutarte toda...

Pero tengo que parar, tengo que hacer una pausa, porque no aguanto más, y aún no, no quiero que dure tan poco... Me paro, me separo un poco, y te chupo, te lo chupo todo, te manoseo, chupo tus pechos, te beso... y vuelvo a meterla, adentro otra vez, a follar como locos, a follar de verdad...

Tú me pides más y más, con más fuerza, me pides que no pare, que te dé más... No puedo hacerlo más fuerte, me parece que te voy a destrozar, pero tú aún pides más... Voy a correrme, y creo que tú también, lo noto llegar, se aproxima...”¡Me voy a correr! ¡No aguanto más!” “¡Yo también!”, me dices, “¡sigue!”. Y sigo, sigo moviéndome, follándote, de pie frente a la mesa, metiéndotela hasta el fondo, en esta postura en la que toda tú estás accesible para mí y en la que puedo meterla hasta el fondo y sacarla hasta la punta en cada envite, haciendo el recorrido mayor y haciéndote correr de puro placer.

Finalmente no puedo más, siento cómo me inunda el orgasmo, noto mi semen corriendo por mi interior y saliendo disparado dentro de ti mientras tú también das un grito ahogado y clavas tus uñas en mis brazos, y arqueas tu espalda mostrando unos pechos maravillosos, apuntando al frente con los pezones totalmente erectos, con la espalda arqueada, mientras yo te contemplo a la vez que me sigo moviendo y corriéndome dentro de ti, gritando sin poderlo evitar...

Se acabó... tú vuelves a apoyar tu espalda sobre la mesa, mientras sueltas un suspiro, y yo me dejo caer sobre ti... beso tu pecho con suavidad mientras tú acaricias mi pelo... te beso, y los dos sonreímos...

Dentro de un rato, otro”, te digo... y nos echamos a reír los dos...

4 comentarios:

  1. Sublimes recuerdos que me has hecho recordar, de tan auntenticas fantasias...llenas de realidades...un goce leerte amigo, te sigo...Esencia... un saludo y un dulce beso.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tus palabras, Esencia. Se agradecen especialmente ahora que estoy empezando y que nunca sé si me lee alguien en realidad, más allá de los que llegan despistados en busca de excitación rápida y abandonan a los 30 segundos. Gracias por leerme, y encantado de compartir con alguien como tú parte de mi vida íntima. También tus blogs me han gustado mucho, creo que empezaré a pasarme a menudo. Un beso para ti también.

    ResponderEliminar
  3. Me encantan tus relatos, son muy autenticos. Te he descubierto hace poco pero ya he leido todo lo que tienes y te animo a que sigas escribiendo. No se encuentran relatos buenos escritos por hombres, la mayoria son de mujeres y a mi me resulta muy interesante el otro punto de vista. A lo mejor me animo y te mando alguno mio, aunque me pasa como dices en este, que escribo cosas a veces y cuando las leo tiempo despues no me parecen tan "buenas". Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Bles, pues yo encantado de recibir y publicar lo que me envíes. En cuanto a seguir escribiendo, espero que sí, de hecho tengo varios relatos pendientes de escribirlos, pero esto va a rachas, hay veces que me apetece más escribir sobre sexo, y otras veces me apetece escribir de otras cosas... Tengo otros blogs, pero que prefiero mantener al margen de éste por cuestiones de anonimato. Pero sí, supongo que algún día me dará por ahí otra vez y a lo mejor publico dos o tres nuevos de golpe, quién sabe...
    Gracias por tus palabras, un beso.

    ResponderEliminar