18 de diciembre de 2009

Una interminable sucesión de orgasmos múltiples

La historia de un polvo con una mujer multiorgásmica que me dejó impresionado.
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Es un tópico generalmente aceptado que las mujeres suelen ser multiorgásmicas mientras que los hombres no lo son. Pero ¿qué significa realmente esto y cuánto tiene de cierto? Yo no soy experto en estos temas y tampoco me considero el hombre con más experiencia del mundo en esto del sexo, pero en base a mi modesta experiencia creo poder decir que esta afirmación no es tan universal como uno pudiera pensar por su amplio grado de aceptación. En otras palabras: que yo no he encontrado tantas mujeres multiorgásmicas como en principio parece que debería haber. Bueno, tampoco es que haya follado con tan gran número de mujeres como para sacar conclusiones, he sido más bien modesto en cuanto a parejas sexuales, pero lo cierto es que en toda mi vida solamente me he encontrado con una capaz de experimentar algo así. Eso sí, me dejó impresionado...

Quizás el problema esté en definir claramente qué es eso de ser multiorgásmico. Está claro que un hombre no lo es: salvo en casos particulares, cuando un hombre se corre debe pasar un tiempo prudencial antes de poder tener otro coito (antes de poder follar de nuevo, para entendernos; ya sabéis que me gusta usar palabras del día a día; ¿quién habla en la vida real de "coito" cuando puede decir "follar"?). Pero ojo, que también puede haber excepciones en casos particulares; y no me refiero solamente a que pueda haber portentos por ahí capaces de encadenar un polvo con otro sin descanso, que los habrá (en esta vida uno encuentra de todo), sino que, en circunstancias particulares, a cualquiera le puede pasar. Vamos, que a mi mismo me ha pasado: no es muy habitual, pero hay veces que, aunque te corres, te quedas empalmado total o parcialmente, y, con el estímulo adecuado, puedes ponerte de nuevo a ello en cuestión de segundos. Eso sí, esa segunda vez ya cuesta bastante llegar al orgasmo; yo a veces no lo he conseguido, y en otras ocasiones, aunque lo consigas, no resulta tan satisfactorio como el polvo anterior. Pero vamos, que si eso es ser multiorgásmico, creo que podemos serlo todos en un momento dado.

Por supuesto, para la mujer lo anterior es más fácil. Tampoco es que pase con todas o siempre, pero teóricamente podrían hacer lo mismo, y después de haberse corrido en un polvo, empezar con otro. No es muy habitual o no he encontrado a muchas con ganas de probarlo, la verdad es que si el orgasmo es intenso lo que te suele apetecer es relajarte y descansar, no ponerte a empezar de nuevo. Pero en principio, igual que pasa a veces con los hombres, pueden hacerlo; y más fácilmente, claro: al hombre, como no se le empine ya puede tener ganas, que no hay nada que hacer, mientras que una mujer puede ponerse a ello aunque sea con desgana "a ver qué pasa" (que a lo mejor luego vienen las ganas).

Pero, para mi, eso no es ser multiorgásmico. Eso es encadenar polvos, y yo creo que casi todos lo habremos hecho alguna vez, pero ser multiorgásmico para mi es otra cosa: es correrte una y otra vez de forma seguida y continuada, con apenas unos pocos segundos de pausa entre orgasmo y orgasmo.

Desde luego, creo poder afirmar que esto entre los hombres no existe. Y si existe algún caso, me encantaría verlo, porque debe ser espectacular; si alguien consigue hacer algo así y lo graba, seguro que gana el record de visitas a un video por internet. Si conocéis a algún fenómeno así, capaz de actuar como una ametralladora de semen, ya estáis tardando en avisarme... Pero, ¿y entre las mujeres? Según el criterio general, no sólo existe, sino que está bastante generalizado. No lo sé, pero si me baso en mi experiencia, creo que existe, pero que es también bastante raro.

Sólo me he encontrado con una chica capaz de correrse de forma encadenada en una ocasión. Eso sí, me dejó con la boca abierta… Qué poderío… Qué envidia… Qué espectacular… Y qué resistencia… joder, que si la dejo creo que aún estaría corriéndose (bueno, más bien habríamos muerto ambos de inanición).

Ya os he hablado de esta chica en otra entrada, un rollete que me eché durante un tiempo y que me gustaba como amiga, pero no me atraía lo más mínimo físicamente. Pero a lo tonto empezamos una relación sexual, y la chica resultó ser una bomba en la cama. Vamos, que aunque no me atraía físicamente, y eso le resta morbo y excitación al asunto, había cosas con ella en el sexo que eran una gozada. Ya os hablé de sus mamadas… bueno, pues además descubrí que era multiorgásmica. Y mucho.

El día que lo descubrí estábamos haciéndolo al modo “cabalgada”: conmigo tumbado boca arriba en la cama, y ella sentada a horcajadas sobre mi polla saltando arriba y abajo. Cuando lo hago en este tipo de posiciones tan “accesibles” para disfrutar del cuerpo de la chica, mientras follo no dejo de manosearle y/o chuparle las tetas, y en ocasiones también le estimulo el clítoris. Esto último depende: hay chicas que prefieren ser ellas quienes lo hagan, otras sólo quieren que se lo hagas tú, y hay otras que alternan su mano con la tuya en función de cómo se desarrolle la cosa (esto es lo mejor, pues da más juego a variaciones y posturas; si tiene que ser “obligatoriamente” el chico el que estimule el clítoris, algunas posturas se hacen realmente incómodas y complicadas). Esta chica era de las últimas: si se lo tocaba yo, estupendo, y si no, ya se apañaba ella. El caso es que ese día, con ella cabalgándome, cuando llegó el momento próximo al orgasmo yo tenía una mano en una teta y la otra en su coño, poniéndole el clítoris a cien.

No recuerdo si alguno de los dos se corrió un poco antes o si nos sincronizamos bastante bien, lo que sí sé es que yo hice lo que suelo hacer en estos casos: seguir estimulando el clítoris durante el orgasmo e incluso después, habitualmente hasta que la chica me obliga a retirar la mano. Es como un pequeño juego: sé que la estimulación más allá del orgasmo provoca una especie de “insoportable placer”, entre placentero e incómodo al mismo tiempo, y me gusta “hacer sufrir” a la chica haciéndola gritar “¡para! ¡para!” entre gemidos, o obligándola a intentar arrancar mi mano de su coño mientras yo intento seguir manoseándoselo. Me da morbo este jueguecillo, y a ellas en el fondo les gusta.

Bueno, pues el caso es que hice eso: seguir tocándole el clítoris mientras se corría y después. Mi asombro vino cuando no sólo no me quitó la mano, sino que, después de haberse corrido, a los pocos segundos de seguir tocándole el clítoris se ponía a gemir como una loca de nuevo en la cresta de un nuevo orgasmo.

Para entonces yo ya había eyaculado, pero seguía con mi polla en su interior mientras ella iba a por el segundo. La situación me excitaba y me daba morbo, así que contemplaba la escena encantado mientras la veía correrse por segunda vez. Por supuesto, no retiré la mano, mis dedos seguían jugando con su clítoris entre esos labios chorreantes, y cuál sería mi asombro cuando de nuevo vi que, tras unos cuantos gemidos post-orgásmicos venían unos segundos de pausa… ¡para comenzar de nuevo en un ascenso hacia un nuevo orgasmo!

Mi excitación y morbo iniciales se estaban transformando en puro asombro: ¿iba a correrse esta tía tres veces seguidas en mis narices y con mi polla aún dentro de su coño? Era alucinante, y la verdad es que también me halagaba verla sucumbir a un placer así por lo que yo le estaba haciendo. Siempre me ha excitado enormemente ver a una mujer sintiendo placer, hasta el punto de que esto por si solo es capaz de desencadenar en mí el orgasmo, así que estaba disfrutando enormemente con la situación. Y, por supuesto, seguí moviendo mi mano.

Tras el tercero vino el cuarto, y luego el quinto… No sé cuándo mi morbo y excitación empezaron a transformarse en incredulidad y curiosidad: ¿hasta dónde iba a ser capaz de llegar esta tía? Llegó un momento en que, ya pasado un rato después de mi propio orgasmo y en una situación de excitación ya bastante baja, aquello empezó a ser para mí como un juego: ¿sería capaz de llegar hasta las 10 corridas?

Pues el caso es que seguía, y seguía… la situación para mí empezó a ser hasta hilarante, y recuerdo que llegué a hacer alguna broma del tipo “¡pero tía, ¿cuántos llevas?!¡Si lo sé llamo a los del Guiness!”, a lo que ella se rió también entre gemidos. Pero no creáis que estas risas le cortaron el rollo, como pasa a veces… qué va, la cosa seguía…

7 corridas… 8… 9… ¡10 corridas, la tía había llegado a las 10 corridas! ¡Y seguía pidiendo guerra! A este paso se me iban a dormir los dedos, que ya casi chapoteaban entre sus jugos, pero yo seguía dándole, no era cuestión de dejarla a medias… La verdad es que llegado un cierto punto la cosa ya estaba perdiendo hasta la gracia (para mi, claro, que ella seguía a lo suyo, disfrutando), y supongo que en esto influía el hecho de que la chica para mi no significaba nada; si hubiera sentido algo más por ella, seguramente habría seguido dándole al coño hasta que se le cayera a trozos (o a mi los dedos). Pero el caso es que, llegado un momento, aquello ya empezaba a ser cansino: ¿es que no iba a acabar nunca? ¡Si no paraba yo, esta tía iba a seguir corriéndose hasta el día siguiente! Así que sí, amigos: no me siento demasiado orgulloso de ello, pero llegado un determinado momento decidí ser yo el que diera por terminada aquella sesión de orgasmos encadenados. No sé si fue hacia el 13 o el 15, de hecho ya en algún momento creo que dejé de contar… Como me daba un poco de apuro cortar por las buenas (uno tiene su corazoncito, y me daba cosa parar cuando ella estaba disfrutando de esa forma), tras una nueva corrida le pregunté “¿Sigo?”; ella sólo respiraba agitadamente sin responder; “¿sigo?”, repetí, sin obtener tampoco respuesta; a veces pienso que ni ella era capaz de decidir en ese momento si quería seguir o no… Me imagino que, por bueno que fuera, debía estar ya extenuada. El caso es que decidí parar: tras ese último orgasmo, bajé el ritmo de mis dedos poco a poco, suavemente, hasta detenerme. Ella no dijo nada, simplemente soltó una mezcla de gemido y profundo suspiro de satisfacción, y por fin se relajó, supongo que exhausta. Creo que hice alguna otra broma al respecto de su sesión maratoniana, y ambos nos reímos con ganas. A ella se la veía feliz, con una sonrisa que no se borraba de su cara; desde luego, no podía negar que había disfrutado como una loca… no sé el tiempo que habría estado corriéndose una y otra vez, pero os aseguro que fueron muchos minutos, estimo que entre 10 y 15 dedicados solamente a tener un orgasmo detrás de otro. La verdad es que era para dar envidia…

Como comprenderéis, después de aquello yo necesitaba explicaciones, estaba realmente asombrado e impresionado, era la primera vez que me encontraba con algo así. De modo que, cuando acabamos, yo no hacía más que preguntarle sobre ello: ¿era eso normal en ella? ¿le pasaba a menudo? Lo más sorprendente es que me dijo que no: aquella sesión de orgasmos múltiples había sido la primera que había experimentado en su vida, también había sido toda una sorpresa para ella. Y la verdad es que, al menos conmigo, era algo que no había sucedido en ningún polvo anterior, y que tampoco se repitió después.

¿Qué hizo de aquel polvo algo tan especial para ella como para correrse una y otra vez sin parar, en una sucesión de orgasmos múltiples encadenados que parecía no tener fin? No lo sé con exactitud, pero tengo una teoría, aunque dado que mi relación con ella fue corta y el número de polvos no fue muy grande, no tuve ocasión de confirmarlo. Quizás aquella vez sucedió simplemente porque era yo el que le estimulaba el clítoris, y lo hice con ese jugueteo de continuar estimulándolo después de pasado el orgasmo. Las otras veces que follé con esta chica lo hicimos en otras posturas en las que me resultaba incómodo llegar a su clítoris más allá de unos segundos, de modo que era ella la que se lo tocaba mientras la follaba; y supongo que en esas ocasiones, y en todas las anteriores, ella paraba al terminar. Quizás fui yo, con esa manía mía de llevar a las mujeres al límite más allá del orgasmo, lo que hizo que en el caso de esta chica descubriéramos que era capaz de tener orgasmos múltiples encadenados. No lo sé, y tampoco sé cómo le habrá ido la vida después, y si habrá seguido gozando o no de este descubrimiento, si realmente fue algo que ha podido seguir repitiendo a lo largo de su vida, o si es algo que requiere unas condiciones particulares para darse. Espero que haya tenido suerte y haya podido seguir disfrutando de esos orgasmos múltiples sin aburrir demasiado a su pareja…

Si mi teoría es correcta, ¿podría ser que esas mujeres que me retiran la mano a la fuerza cuando intento seguir estimulándolas después de correrse pudieran gozar de orgasmos múltiples si se lo permitieran? Quién sabe… Quizás vosotras, las chicas que me estáis leyendo, podáis darme alguna pista, porque lo cierto es que tengo curiosidad. Nunca más he vuelto a encontrarme con una mujer capaz de vivir una experiencia como aquella, ni siquiera en una versión reducida de dos o tres corridas seguidas, así que no sé si es algo excepcional, o que depende de la persona, o de las circunstancias. Decidme, ¿sois alguna de vosotras multiorgásmica? ¿habéis tenido alguna vez una experiencia similar, sea de forma habitual o puntual? Sea como sea, qué suerte tienen algunas, leches…

9 de diciembre de 2009

Mis vecinas

¿Quién no ha fantaseado alguna vez con sus vecinas o compañeras de trabajo? Aquí os presento a mis vecinitas. Quién las pillara...
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Parece un tema recurrente en esto de las fantasías, ¿verdad? Las de las vecinitas... Supongo que por el hecho de la relativa proximidad física y el contacto más o menos frecuente (aunque a menudo no sea más que contacto visual), parecen mujeres más accesibles que las que puedas cruzarte por la calle, y por tanto más aptas para fantasear con ellas como parte de lujuriosas historias de seducción. Unas fantasías que, precisamente por esa mayor proximidad, creo que tienen una improbabilidad bastante alta de hacerse alguna vez realidad; pero qué coño, lo importante de las fantasías es poder disfrutar con ellas, ¿no?

La verdad es que yo ahora no me puedo quejar: tengo tres vecinas más que apetecibles para montarme con ellas historias morbosas en mi cabeza; y unas cuantas más dentro de la categoría de "inalcanzables" por la diferencia de edad (sobre los veinte añitos; qué ricos...), de esas que sirven para ponerte los dientes largos en la piscina contemplando sus esplendorosos cuerpos pero poco más; porque a la hora de tener fantasías, uno sabe que esas jovencitas te son ya tan inalcanzables que no te lo crees ni fantaseando, así que las que me dan más morbo, por esa mayor posibilidad teórica (puramente teórica) de enrollarme con ellas son las otras, las de entre treintaytantos y cuarentaypocos.

Una de ellas es mi vecina de al lado. Una tía maja, simpática, y que de jovencita debió ser una belleza. Ahora está bastante mal conservada, la pobre, parece más avejentada de la edad que debe tener en realidad (debe ser un pelín mayor que yo pero no demasiado, pero aparenta más), pero aún así se nota que debió ser una de esas chicas de las que te hacen volver la vista al cruzarte con ellas. Alta, con buen cuerpo, grandes tetas, mona de cara, y con unos ojos... ¡qué ojos, diosss! No lo puedo evitar, me encantan unas buenas tetas, me gusta un buen culo redondito y firme... pero me derrito cuando me miran unos ojos como estos: profundos, grandes y claros, de un azul claro tirando a gris, que te dejan hipnotizado.

Lástima que apenas se cuide, que vista siempre de forma muy descuidada, que no la vea casi nunca peinada o medianamente maquillada, y que todavía no haya sido capaz de averiguar cómo tiene el culo porque nunca la he visto con pantalones ajustados. Sale poco, y de esas pocas veces, muy pocas lo hace arreglada para ir algún sitio, así que casi siempre la veo en camiseta y vaqueros viejos, sin salir de la urbanización. Aún así, desde el principio me cautivaron sus ojos y su permanente sonrisa, para luego asombrarme con sus generosas tetas que aún se mantienen con una relativa firmeza que se esfuerza por desafiar a la gravedad. Ufff, estoy recordando una vez en que la vi “empitonada” en pleno verano, con una camiseta blanca… Qué visión…

Sólo una vez conseguí verla en la piscina, y casi de refilón; estaba sentada algo lejos e iba acompañada de su marido, así que no tuve demasiada ocasión para examinarla en detalle sin quedar en completa evidencia, pero me di cuenta de que sigue teniendo un cuerpo más que apetecible. Vamos, una tía más que follable (disculpad, chicas, este post tan aparentemente machista, pero es que no estoy describiendo a mis vecinas como personas, eso es otra cosa; ahora las estoy describiendo como un simple objeto de mis fantasías; son cosas distintas), simpática y agradable, y que se pasa mucho tiempo sola en casa, con su marido de viaje. Una candidata ideal para imaginarla sola en casa sedienta de sexo... de mi sexo... en fin, pura fantasía.

La segunda vecina que me atrae, lo hace por puro morbo. Y es que tiene una cara de pillina y una sonrisa pícara que parece ir pidiendo guerra, aunque seguro que todo no son más que imaginaciones mías. Al contrario que la anterior, ésta es más bien bajita, pero con buen cuerpo. Nada espectacular, pero un cuerpo bonito, bien proporcionado. No sé por qué, creo que tengo debilidad por estas chicas pequeñitas de agradables formas; y digo pequeñitas, y no bajitas, porque me refiero a esas que parecen una versión reducida de toda una mujer, con todo en su sitio y muy buen puesto. Porque a veces una chica bajita puede resultar algo rechoncha, o "paticorta", o lo que sea, pero cuando tiene buen cuerpo y buenas curvas, con todo en la proporción adecuada a su estatura... en fin, siento cierta debilidad, y no sé por qué.

Tampoco es que sea una miniatura... es simplemente una chica algo bajita, como muchas, "menudita", como suele decirse, de esas que resultan muy manejables en la cama por su pequeño tamaño y peso (sí, estuve bastante tiempo con una chica así, y es divertido). Y además es mona, pero sobre todo tiene lo que decía antes: una cara pícara, unos ojillos traviesos, y una sonrisa que cuando te mira parece estar queriendo decirte algo más... imaginación calenturienta, supongo. Y si en realidad hubiera algo más… en fin, creo que nunca lo sabré: sería muy delicado arriesgarse y equivocarse; y sería quizás más delicado aún acertar… Menudo lío, estar liado con la vecina… mejor dejarlo para las fantasías.

Al contrario que la anterior, esta chica sí que se cuida, y mucho. Hace deporte, va siempre bien peinada y parecer ir arreglada y pintada incluso para ir a tirar la basura; hasta con chándal resulta sexy. No es que vaya siempre de punta en blanco, que resultaría hortera, pero es de ésas que hasta con vaqueros y camiseta los lleva perfectamente elegidos, complementados... y mínimamente ajustados para resultar atractiva sin caer en la chabacanería. En la piscina, usa bikinis sencillos pero siempre negros o muy oscuros, que realzan su bonita figura. Al contrario que mi otra vecina, ésta consigue aparentar menos años de los que tiene en realidad (cuando me enteré de su edad por casualidad, me sorprendió). Una chica que se gusta y quiere gustar. Qué peligro...

Con esas premisas, da igual que no tenga un culo ni unas tetas espectaculares: tiene un culillo pequeño y unas tetas firmes y redondeadas de tamaño medio, y con eso basta. Da lo mismo: en conjunto tiene un buen cuerpo, y con ese atractivo y esas miradas pícaras (que puede que sólo sea cosa mía, pero me lo parecen)... en fin... que me derrite, esta chica. Hay ocasiones, cuando me mira con esa sonrisa y esos ojillos picaruelos, que me dan ganas de atraerla como en las películas y pegarle un buen morreo para luego irnos a hacer todas las guarrerías que se nos ocurran. ¡Ay, si yo te pillara…!

De mi tercera vecina, no sé bien qué decir. Es algo enigmática, y no tengo claro si es tímida o simplemente gilipollas. Pero, sin poder decir que sea guapa, tiene una cara que me atrae, un rostro bastante atractivo. Siempre seria, no creo haberle visto nunca sonreír, y algo más delgada de la cuenta para mi gusto, de modo que, sin estar plana, apenas le destacan las tetas. De altura está en la media, y su culo no tiene mal aspecto: con unos kilos más seguramente sería un culo espléndido. Una chica mona de cuerpo agradable, nada del otro mundo, pero por alguna razón, quizás incluso por ese “misterio” (¿o simple estupidez?) que la rodea como un halo, me da morbo. Vamos, que no me importaría ponerla en pelotas y hacerle unos cuantos jugueteos a ver si consigo arrancarle de una vez una sonrisa…

Y en fin, éstas son mis vecinas. Tengo otras, por supuesto, muchas con las que no tendría una fantasía ni loco, y alguna que podría estar en la frontera y podría llegar a considerarse en un momento de desesperación; pero estas tres, y especialmente las dos primeras, son mis musas particulares en esto del sexo de andar por casa. ¿También vosotros/as fantaseáis con vuestras vecinas o vecinos?

2 de diciembre de 2009

La mejor mamada de mi vida

Pocas cosas pueden dar más placer a un hombre que una buena mamada. Y si los astros se juntan para que suceda lo que voy a contaros aquí... es como tocar el cielo.
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Pocas cosas le pueden dar más placer a un hombre que una buena mamada. Sí, follar es genial, y no podría elegir entre una cosa u otra, porque son distintas; follando sientes el cuerpo de la mujer, puedes acariciarla y sentir que le das placer, puedes participar de forma más activa en general, y todo eso supone un placer “psicológico” que se suma al físico y hace que sea una experiencia fantástica. Pero si nos centramos únicamente en el placer físico, creo que casi todos coincidiremos en que el placer que te puede dar una buena mamada es superior.

Mamadas me han hecho muchas, aunque, como nos pasará a casi todos, no tantas como me gustaría… Pero recuerdo una de forma muy especial, fue una que quedó grabada en mi mente porque nunca he gozado tanto, de forma tan extrema, con nada que haya hecho en el sexo en mi vida. Aquella vez sentí el mayor placer que he podido experimentar en toda mi vida, fue como sentir que iba a reventar, que no podía más, que era imposible estar sintiendo aquello… Aunque parezca una contradicción, llegó a ser una experiencia de placer casi insoportable. Y, para colmo (o quizás en buena parte por eso) fue una experiencia tremendamente larga, que parecía que no iba a terminar nunca… Huelga decir que nunca he vuelto a experimentar algo así, de ese nivel, desgraciadamente. Quizás por eso me es imposible olvidarlo.

Era una chica del montón. En principio éramos simplemente buenos amigos, y sin saber bien cómo, la cosa derivó en un tonteo con fuerte componente sexual, sin nada más de fondo. Sí, se dio eso que parece casi imposible de ser amigos y compartir sexo al mismo tiempo sin plantearse nada más… Duró poco, lógicamente: es una situación que no puede durar.

Como decía, no era una chica guapa, ni estaba buena. Vamos, una de esas en las que nunca te fijarías para entrarle en un bar… Ni siquiera desnuda ganaba, la pobre, pero ya he dicho que éramos buenos amigos, y la amistad hace que veas al otro más atractivo de lo que es en realidad. La amistad derivó en bastante intimidad, y la intimidad llevó al sexo casi de forma natural. Y entonces descubrí que la chica era un volcán sexual. La verdad, nunca me llegó a atraer físicamente, y eso resta mucho al sexo, pero debo reconocer que se manejaba en la cama como pocas, hasta el punto de que un par de las experiencias sexuales que me han quedado marcadas de por vida fueron con ella. Hoy os contaré una: la mejor mamada de la historia.

No sé cómo empezó o qué hicimos antes de llegar a la mamada. Mis recuerdos comienzan en lo que se me quedó grabado: yo desnudo boca arriba en la cama, y ella, desnuda también, medio recostada a la altura de mis rodillas, con mi polla en su boca.

Creo que le gustaba chuparla. Sí, le tenía que gustar. Algunas mujeres te la chupan porque saben que te gusta, pero no todas lo disfrutan realmente; no digo que les disguste (que las habrá también, claro), pero creo que a muchas en el fondo les es indiferente, no les da morbo chuparla, excepto por el hecho de verte excitado a ti. Pero ésta creo que disfrutaba chupándola. Como la relación fue corta, nunca llegué a preguntárselo, pero estoy seguro de que tenía que ser así. De hecho, la primera vez que nos enrollamos fue lo primero que hizo: apenas nos habíamos desnudado mientras nos estábamos besando, cuando ya la tenía bajando para metérsela en la boca…

El caso es que ahí estábamos, en una mañana recién despertados en la cama tras una noche juntos, y ella con mi polla en su boca (cómo habíamos llegado ahí no lo recuerdo). Ya sabéis cómo es esto de las mamadas: inicialmente, la sensación es tan sutil que cuando empieza casi te preguntas “¿y tanto desearlo para esto?”; pero luego, poco a poco, se va extendiendo como un sutil cosquilleo, vas sintiendo cómo va aumentando progresivamente la tensión en tu polla, empiezas a no sentir nada que no sean las sensaciones que te llegan del capullo, y acabas experimentando un placer difícil de describir…

A grandes rasgos, hay dos estilos de mamadas: en las que sólo te la chupan, y en las que te la menean al mismo tiempo. Luego la propia mamada permite muchas variantes según la forma de chupar, pero para mi los dos grandes "estilos" son estos (por supuesto, una misma mamada puede combinar los dos tipos, a ratos). Ambos tienen su atractivo, y no podría decantarme por uno u otro, pero lo que está claro es que los efectos son muy diferentes: si la mamada se combina con un meneo manual, la excitación sube mucho más rápidamente, mientras que si se solamente se chupa el proceso es mucho más gradual, y aparentemente menos intenso, con una sensación de placer más suave y sutil. Aunque, por otra parte, si no te la menean percibes mucho mejor los distintos matices, las distintas variantes de la chupada. No es quizás la comparación perfecta, pero no se me ocurre otra: digamos que una cosa es como comerte un menú degustación de las raciones más exquisitas, y lo otro es comerte un buen chuletón de la mejor carne en un asador; es distinto, pero es difícil elegir.

Pues bien, esta chica era de la versión "menú degustación": no la meneaba, simplemente chupaba y chupaba, chupaba sin parar, lamía, absorbía, jugaba con la polla en su boca de todas las formas imaginables. Era una verdadera experta de la mamada, aunque en ella se trataba de una experiencia innata, ya que yo sabía que no había tenido una vida sexual anterior muy activa. Como dije antes, esta chica era un volcán sexual; simplemente ella era así.

¿Qué hizo de aquella ocasión algo especial? No lo sé: tuve bastantes mamadas con esta chica, y aunque ninguna me defraudó lo más mínimo (¿qué mamada puede defraudar?), tampoco llegó ninguna a este nivel. No sé lo que fue, el caso es que ella la empezó a chupar a su estilo, magníficamente y sin ayudarse de las manos para excitarme: sólo su boca, sus labios y su lengua recorriendo toda mi polla y jugando con ella como pocas mujeres lo han hecho. El caso es que, por alguna razón, yo disfrutaba de la mamada y estaba excitado, pero con esa excitación que aún queda lejos del orgasmo. Ella seguía chupando y chupando, y yo seguía disfrutando, cada vez un poquito más, gozando de las sutilezas del juego de su lengua en mi capullo, en mi frenillo, de su boca tragando la polla hasta donde podía... Pasaban los minutos, y pasaban más, y yo disfrutaba de aquella sesión enteramente dedicada a mi placer mientras ella seguía sin un comentario, sin una queja, sin lamentarse de que pasara el tiempo y yo aún no me corriera...

No sé el tiempo que estuvimos así, pero no creo que exagere si digo que debió ser media hora o más. Creo que, sin proponérselo, me estaba haciendo la mamada perfecta combinando toques que proporcionaban una mayor intensidad de placer con otros momentos de más sutileza, permitiendo mantenerme a cien pero sin llegar a cruzar el umbral del orgasmo. Era genial, nunca había gozado tanto tiempo de esa sensación de estar próximo a correrte pero sin que pareciera acabarse nunca. Y lo mejor estaba aún por llegar...

Poco a poco, me fue poniendo a cien, en esa situación de gran placer en la que sabes que ya es cuestión de poco tiempo que llegue el momento “de no retorno”. Pero lo curioso es que, al igual que llegué despacio a esa situación de extremo placer, el momento parecía extenderse más y más sin que terminase de llegar la sensación de que me corría. Era maravilloso, sentirse en un estado de excitación y placer tan alto sin que pareciera que se acabase nunca… sí, la tensión parecía elevarse poquito a poco, muy poquito a poco, acercándose el momento culminante con extrema lentitud, pero tan despacio que podía seguir disfrutando de la mamada durante minutos y minutos en niveles de máximo placer… Indescriptible.

Para entonces ella ya mostraba indicios de cansancio, y por primera vez me preguntó algo así como “¿Te falta mucho?”. Le dije que no, que siguiera, que era inminente… lo curioso es que esa inmediatez parecía no terminar nunca…

Finalmente, sentí que no podía más, me iba a correr, así que se lo dije: “¡me voy a correr!”. Sí, ella era de esas chicas a las que, aunque les guste chuparla, no les gusta que te corras en su boca, era algo que ya me había aclarado la primera vez, así que le avisaba cuando la situación era ya inminente. La verdad es que no he tenido la suerte de follar con muchas chicas a las que no les importe que te corras en su boca, pero ésta tenía una ventaja: mientras que el resto, cuando les avisas, se la sacan de la boca y ya simplemente te la menean con la mano mientras te corres, ésta se las apañaba para seguir chupando pero apuntando el semen para fuera. En la situación en la que estábamos, conmigo tumbado boca arriba en la cama, cuando le dije que me corría se la sacó de la boca, la dejó caer sobre mi vientre, y siguió lamiéndola por debajo, principalmente por la zona del frenillo. Justamente donde más placer se siente en una mamada, y justamente en el momento en el que vas a explotar…

Aquello fue el no va más, porque, aunque parezca increíble creerlo… ¡no me corría! ¡Estaba como suspendido en el tiempo, en esa décima de segundo antes de la eyaculación en la que parece que vas a explotar, pero sin llegar a eyacular! Y esa sensación de máximo placer casi insoportable que nunca había sentido más de medio segundo, ahora se extendía un segundo, y otro, y otro… ¡Y seguía “in crescendo”! Parecía imposible, pero, estando con esa sensación de que parece que vas a explotar, ¡la sensación todavía fue en aumento! ¡Y más! ¡Y más!

De verdad que no sé cómo describirlo, creía derretirme, creía que no podía soportarlo, aunque parezca una contradicción parecía increíble soportar tal extremo de placer ¡y que encima fuera a más! Me agarraba a las sábanas, retorcía todo mi cuerpo pero con mucho cuidado de no mover mi polla de esa boca que me estaba dando lo que nunca había creído que fuera capaz de sentir… Lo siento, pero para quien no lo haya vivido, creo que es imposible entender el extremo de intensísimo e indescriptible placer que sentía en aquellos momentos.

Finalmente, llegó. No sé el tiempo que permanecí al borde de la eyaculación con un placer insoportable que cada vez aumentaba más, antes de correrme. Puede que fuera un minuto o dos, o quizás sólo 30 segundos… No lo sé, en esos momentos pierdes la noción del tiempo, pero frente a las décimas de segundo que dura esa sensación normalmente, yo lo viví como una verdadera eternidad. Una eternidad en la que creo que experimenté el mayor placer que puede experimentar el ser humano; de hecho, nunca creí que existiera ese nivel de placer físico. Y, desgraciadamente, nunca he vuelto a experimentarlo.

Sí, me corrí. Me corrí y me corrí, disfruté corriéndome como nunca, liberando la extrema tensión que había llegado a acumular durante aquella mamada interminable. No sé qué pasó a continuación, no sé nada más, no recuerdo más de aquel día supremo, sólo sé que al final me corrí, después de haberme parecido que me torturaban con un placer extremo sin dejar que me corriera… ¿Parece contradictorio? Bueno, si pensáis en el instante inmediatamente anterior al orgasmo extendiéndose tiempo y tiempo, seguro que me entendéis.

¿Qué pasó aquel día? ¿Por qué nunca he sido capaz de repetirlo, ni con ella ni con otras mujeres? Realmente no lo sé, aunque creo que hubo muchos factores que se combinaron de una forma única, que debe darse pocas veces. Por una parte, y eso es algo fundamental, contaba con una mujer con una habilidad especial para hacer mamadas; y con esa habilidad especial no me refiero al hecho de darte máximo placer, sino a dosificarlo inconscientemente de la forma justa. Una mayor intensidad en el lameteo, una ayuda de la mano o simplemente una cadencia diferente, probablemente me habría hecho correrme más rápidamente, en un tiempo “razonable”, como suele pasarme habitualmente con las mamadas, sin alcanzar tales extremos de tensión pre-orgásmica. Y, por supuesto, ayudó mucho el hecho de no combinar la mamada con movimientos de su mano. No digo que sea malo, de hecho me gusta, es más excitante que te la chupen mientras te la menean un poquito (ojo, un poquito; que hay algunas que más que chuparla, lo que parece es que te hacen una paja mientras ponen la boca en la punta, y eso tampoco es), pero el movimiento de la mano eleva mucho más rápidamente que la simple boca el nivel de excitación. He probado varias veces después de aquello, por mi cuenta, a masturbarme imitando una lengua en mi capullo y nada más, sin meneármela (echadle imaginación y mucha lubricación; no es lo mismo, pero…), y sí he conseguido llegar a acercarme, aunque muy de lejos, a lo que pasó aquel día: un incremento muy gradual del placer, y unos instantes previos al orgasmo que se alargan y se elevan de intensidad muy por encima de lo que es habitual (hay que hacer verdaderos esfuerzos por no ponerte a meneártela para acabar de una vez); ésa es la clave, sin duda. Pero estos sucedáneos nunca me han acercado, ni de lejos, al placer que sentí en aquella ocasión con una boca de mujer de verdad. Y, por supuesto, nunca he vuelto a encontrar a ninguna con la paciencia necesaria como para estar chupándomela durante el tiempo preciso para repetir aquella experiencia; y es que correrse sin la ayuda de la mano requiere mucha dedicación y mucho, mucho tiempo.

De todas formas, ya digo que, aunque creo que ésta es la clave, no es el único factor. Esta chica me la comió más veces, también sin movimientos de mano (creo), y me corría en la tercera parte del tiempo y sin llegar a aquellos niveles. Aquel día sucedió algo especial. Y, lamentablemente, no ha vuelto a repetirse nunca. Pero lo guardo en mi mente como un verdadero tesoro. ¿No harías vosotros lo mismo?

“¡Métemela, joder!”

Mi primera experiencia de sexo anal (y la primera de mi pareja) resultó ser excepcional. Pocas veces hemos sido capaces de repetirlo así de bien.
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No todas las mujeres están dispuestas a que se la metas por el culo, e incluso aquellas que sí lo hacen, no siempre les apetece. Por eso, no puedo decir que haya dado por culo muchas veces, aunque supongo que no me puedo quejar. Intentos ha habido bastantes, aunque algunos ha habido que dejarlos a medias porque la chica no lo soportaba (aunque esa misma chica otras veces disfrutaba como una loca, como veremos luego; cuestión de hacerlo bien), pero “enculadas consumadas” no creo que haya hecho más de 10. Pero hay una que recordaré toda la vida, a pesar de que debe hacer ya casi 10 años que sucedió. Fue la mejor enculada de mi vida, simplemente porque en ninguna otra he visto disfrutar a la chica como en aquella ocasión. Fue de película, inolvidable, y esta experiencia que recordaré siempre es la que quiero contaros hoy.

La verdad es que tampoco recuerdo muchos detalles, lógicamente, dado el tiempo que ha pasado desde entonces; de hecho si recuerdo aquella situación concreta fue por el morbo que me dio, y todo lo que no fuera el polvo en sí mismo es como una nebulosa. Era por la tarde, y estaba con mi chica en el salón de su casa, un piso de estudiantes compartido, aunque aquel día estábamos solos. Yo tenía ganas de echar un polvo, y ella se hacía la remolona, aunque no recuerdo los detalles. Creo que nos íbamos a ir a cenar por ahí, y ella quería dejar el polvo para luego, o algo así.

En el fondo creo que jugaba a "hacerse la estrecha". El caso es que no sé bien cómo empezó a hablarme de unos libros eróticos que tenía alguna compañera de piso. El caso es que cogió uno y empezó a leerlo en voz alta, mientras yo la iba magreando. Ella se dejaba hacer... era algo así como "no me apetece follar", pero con la boca pequeña... y yo intentando llegar a follarla...

Esta parte no la recuerdo bien, pero supongo que le fui metiendo mano y le fui quitando la ropa. Estábamos sentados en los sillones del comedor, un par de sillones de esos que se juntan para formar un sofá. El caso es que entre magreo y magreo terminamos los dos desnudos mientras ella seguía leyendo historias porno en voz alta. No sé bien cómo, terminamos con ella boca abajo sobre los sillones, y yo encima, con la polla pegada a su culo. Creo recordar que intenté follarla y se negó; estaba claro, jugaba a fastidiarme, a impedirme que la follara, jugaba a hacerse la estrecha, aunque para entonces yo ya sabía que era cuestión de tiempo, que estaba cachonda y sólo jugaba a estirar la situación. Como no me dejaba metérsela en el coño, empecé a restregar mi polla por la raja de su culo y a empujar como si quisiera follarle el ano, aunque la verdad es que no me planteaba hacerlo en serio. Notaba que ella ya no ponía pegas a nada, estaba cachonda también, y hasta se le notaba la excitación en la voz mientras seguía leyendo. La verdad es que si no fuera porque ambos estábamos excitados, hubiera sido más bien cómico: puesta boca abajo en pelotas, conmigo encima empujándole el culo con la polla, y ella haciendo como si no pasara nada, leyendo en voz alta un libro de la sonrisa vertical o similar.

Seguimos con este jugueteo un buen rato, yo empujando, poniéndome cachondo con la polla entre su culo, pero sin pensar en que acabaría dentro. En esto que no sé qué noté... supongo que fue una mayor presión en mi capullo, combinado con alguna exclamación suya de excitación... me paré y pregunté "¿ha entrado?". Y me dijo que sí: “un poquito”. A lo tonto, la puntita del capullo se había metido en su culo, ella sola. Y le gustaba. Casi no podía creérmelo, nunca habíamos hecho esto… Alguna vez lo habíamos intentado, medio jugando, pero nunca había llegado a meterla: si lo hacíamos “a pelo”, no conseguíamos que entrara, o empezaba a dolerle al apretar para entrar; y una vez que habíamos probado a lubricar, entró la punta pero le dolió tanto que empezó a gritar que la sacara sin haber llegado a enterarme casi de que había entrado un trozo... En cambio ahora, ahí estaba, con la punta de mi polla, sólo la puntita, metida en su culo casi sin querer.

"¿Sigo?", creo que pregunté, y debió responder algo así como que vale... como sin mucha seguridad, pero le molaba... creo que me dijo que fuera con cuidado, no sé... El caso es que seguí, moviéndome sin apretar más de la cuenta, oscilando pero sin meter más de lo que había entrado por sí solo, así un buen rato. En algún momento se salió, y como ya estábamos por la labor de meterla, aproveché para lubricarle bien el ano y mi polla con los jugos de su coño, que para entonces estaba ya chorreante. Volví a empujar, ahora pareció entrar más fácilmente, aunque seguía siendo sólo un poquito... volvimos a juguetear, a moverme sin apretar, pero dando algún pequeño empujoncito de vez en cuando, para ganar unos milímetros. Yo ya estaba deseando metérsela a tope, pero temía que en cualquier momento me dijera que parara. A veces empujaba y no entraba nada, y a veces en uno de esos empujoncillos ganaba algo de terreno. El momento crucial, como siempre, fue cuando terminó de entrar el capullo, cuando pasó la parte más ancha: lanzó una exclamación, y le pregunté si le dolía, si paraba. Dijo que no... no parecía muy segura, parecía tener una mezcla de temor y puro morbo a la vez, me dijo que fuera con cuidado, pero que siguiera... Hasta entonces había estado leyendo el libro en voz alta, como ajena a lo que yo le hacía, jugando a que la cosa no iba con ella, como si me dejara hacer pero sin implicarse… Pero a estas alturas ya ninguno de los dos prestaba atención a la lectura; no sé bien en qué momento terminó por mandar el libro a la mierda y centrarse en la follada...

Seguimos durante bastante rato así, muy poquito a poco, con mucha oscilación juguetona salteada con algún empujoncito más fuerte para meterla un pelín más... Le dedicamos muchísimo tiempo, avanzando centímetro a centímetro con largas pausas intermedias, en las que simplemente me mantenía oscilando dentro y fuera de su culo pero sin llegar a moverla realmente. Así, muy poco a poco, a base de pequeños empujoncitos espaciados en los que ella solía soltar pequeños grititos (más de sorpresa y excitación que de dolor), al final terminó toda dentro; parecía increíble, ¡le había metido la polla entera en el culo, y encima le gustaba! Era el momento de empezar a follar de verdad, de ir convirtiendo poco a poco lo que hasta entonces sólo habían sido oscilaciones en una follada "real". En algún momento intermedio la saqué entera y volví a lubricarlo todo bien con los jugos de su coño, extendiéndolos por su ano y mi polla... Todo iba sobre la seda, parecía increíble: ahora la polla entraba y salía solita, y si la sacaba del todo, volvía a entrar como si nada, y sin molestias por su parte. Eso permitió que ella se enviciara totalmente, todavía me pongo cachondo de recordarlo, estaba a cien, estaba disfrutando realmente a tope con la enculada, me pedía más... Recuerdo que una o dos veces, cuando ya estábamos follando a tope en uno de los envites se me salió, y me pidió casi a gritos "¡métemela joder!"; no puedo describir lo cachondo que me puso aquello (como si no lo estuviera ya bastante), me puso a cien verla así de excitada con la enculada, y no se me olvida, lo tengo grabado en mi mente, aunque ya hace siglos de aquello... De hecho, aunque follé cientos de veces con esta chica, creo que en ninguna otra ocasión follando le oí pedirme así "¡métemela!", con ese ansia, casi con desesperación porque se hubiese salido.

Os podéis imaginar que después de esto, el polvo fue de locura… Ella estaba disfrutando a tope, estaba claro que disfrutaba y no le dolía en absoluto, era como si le follara el coño en lugar del culo, nunca hubiera pensado que sería tan fácil, y empecé a follar sin piedad, a lo bestia. Habíamos empezado tumbados totalmente sobre los dos sillones, y en algún momento, creo que cuando ya la polla había entrado del todo, habíamos cambiado para ponernos a cuatro patas. Yo le agarraba las tetas, que las tenía preciosas, grandes y firmes, y a ratos la cogía por las caderas para follarla con más fuerza, mientras ella gemía como una loca… era como en las películas, parecía increíble. Imaginaos cómo fue que de tantos envites los sillones acabaron por separarse (ella estaba a cuatro patas sobre uno y yo de rodillas en el de al lado), de modo que terminé de pie entre ambos follándola el culo. También recuerdo haber pensado que podría vernos alguien, y eso incluso me dio más morbo: el ventanal del salón tenía las cortinas descorridas, y hasta entonces los respaldos de los sillones nos habían tapado, pero cuando terminamos con los sillones separados y yo de pie, su culo en pompa y yo habíamos quedado totalmente a la vista desde el ventanal. Era casi imposible que alguien viera algo: aparte de tener que estar mirando en ese momento, las otras casas estaban bastante lejos y nosotros al fondo del salón, donde seguramente sólo se veían sombras, pero me dio morbo pensar que alguien pudiera gozar del espectáculo.

Fue genial, y encima, por alguna razón desconocida, yo, que en aquella época era de corrida fácil y me costaba verdaderos esfuerzos aguantar follando hasta que ella se corriera, estaba aguantando como un jabato. Claro, sólo hasta que empecé a oírla gemir como una loca porque empezaba a correrse: eso hizo que no pudiera más, y de inmediato mi polla empezó a derramar leche dentro de su culo, derrumbándonos los dos a continuación sobre los sillones, exhaustos. Después de entonces, lo repetimos en varias ocasiones, especialmente en los siguientes días, y luego de forma más aislada. Pero nunca volvió a ser igual. Sí, ella descubrió que le gustaba que se la metiera en el culo, pero nunca volvió a gustarle como aquella vez, quizás porque nunca desde entonces conseguimos que fuera tan fácil, en lo sucesivo el placer siempre se mezclaba con un poco de dolor. Estoy seguro de que aquella vez salió tan bien porque le dedicamos tanto tiempo a la penetración, porque lo hicimos tan poquito a poco, dando tiempo a su ano a dilatarse y adaptarse a mi polla con calma y sin dolor; las demás veces, nos podía la impaciencia y el resultado, aunque unas veces mejor y otras peor, nunca llegó al extremo de morbo y excitación de aquella primera vez. Será por eso que no la olvido, y aún me excito cuando lo recuerdo.

1 de diciembre de 2009

Compartiendo experiencias

Una presentación de este blog.
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"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión; he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser... todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia."

Debe haber algo dentro del ser humano que nos empuja a compartir nuestros recuerdos, a desear que no se pierdan, que trasciendan más allá de nuestra propia existencia. La famosa frase de arriba, pronunciada por el replicante que está a punto de morir en las escenas finales de Blade Runner, nos transmiten el sentimiento de que el replicante es tan humano como nosotros, porque ama sus recuerdos y lamenta que se pierdan con él. Por una parte, se siente único, alguien que ha vivido experiencias que son completamente personales, diferentes a las que puedan haber vivido los demás... pero por otra parte, parece lamentar también el hecho de que se pierdan esas experiencias, el no poder compartirlas...

Éste puede parecer un comienzo demasiado trascendental para un blog de sexo, y probablemente lo es. Estoy seguro de que los lectores que lleguen aquí lo harán buscando relatos excitantes, y no pensamientos trascendentes. Y, de hecho, ésa es también una de las principales razones por las que lo escribo, por disfrutar yo mismo con el recuerdo de esas historias sexuales, y excitarme recreándolas. Pero también hay algo de lo anterior: el deseo de compartir unas experiencias personales, y de animaros al resto a compartir las vuestras.

En un principio, habrá dos tipos de relatos en este blog: los de historias reales, donde relataré algunas de las experiencias sexuales que más me han impactado por una razón u otra; y los de fantasías, donde os contaré algunas de mis fantasías eróticas, algunas de las historias que me monto en mi imaginación con el deseo, a menudo improbable, de que algún día se hagan realidad. Y, por supuesto, el blog está abierto a compartir también vuestras historias, de ambos tipos. Sólo tenéis que enviármelas a la dirección de e-mail del blog, y estaré encantado de publicarlas. Ojalá entre todos hagamos de este blog un recopilatorio de experiencias excitantes que unos disfrutemos descubriendo, y otros recordando.